Sorpresa para mi “científico”

Había estado hablando con “mi científico” por la tarde y decidí darle una sorpresa y, tras hacer unas gestiones y sin avisarle, me planté con el coche en la puerta de su oficina y me dispuse a esperarle. Unos minutos más tarde le vi salir y acercándome a él, sin decir nada, pasé mis brazos por su cuello y le besé, él me cogió de la cintura y respondió a mis besos a la vez que me apretaba contra él para que notara su sexo duro.

Hacía frío en la calle y el viento movía mi falda, nos dirigimos hacia el coche y una vez dentro continuamos besándonos, su lengua recorría mi boca, rozaba mis dientes, mis encías, las comisuras de mis labios, mientras su mano buscaba y apretaba uno de mis pechos por encima del jersey y la mía apretaba el bulto que le sobresalía del pantalón.

Sin decirle adonde le iba a llevar, dirigí el coche hacia la carretera de la Coruña donde tenía reservada para toda la noche una pequeña cabaña rural para los dos solos. Durante el camino, él iba calentando el ambiente porque levantó mi falda y su mano se deslizaba por mi pierna hacia el interior del muslo, por encima de mis medias.

Su sorpresa fue grande cuando se dio cuenta de que no llevaba braguitas, y jadeando introdujo sus dedos dentro de mí hasta el fondo haciendo que la que gimiera fuera yo y al moverme para facilitarle la entrada, el coche diera un pequeño tirón, estaba tan excitada que empapé su mano enseguida y sacando sus dedos los pasó primero por su boca para chuparlos y luego los restregó por mis labios y sacando la lengua los lamí. Continuó masturbándome durante parte del viaje y no paró hasta notar que me había corrido, a mí me costaba trabajo concentrarme en la carretera y en la salida que teníamos que tomar que ya estaba próxima, sobre todo cuando bajaba la vista y veía mi falda subida y su mano entre mis piernas frotándome y acariciando mi vello púbico.

Por fin llegamos a la cabaña que estaba preparada, con la calefacción puesta y una pequeña chimenea encendida, y con muchas prisas nos desnudamos porque sentíamos nuestra mutua ansiedad…

Me tumbé en la cama y abrí las piernas para recibirle, su vientre se posó sobre el mío y sentí su sexo afilado y erguido en las puertas húmedas del mío. Sus manos cubrían mis pechos, mis pezones duros, abro aún más las piernas, quiero sentir como su polla me llena de su dureza y su calor, por fin la punta de su falo se escurre entre mis labios resbaladizos. Me penetra más, mi pelvis se eleva, recibiéndole por completo, ya estamos completamente acoplados, toda la largura de su falo dentro de mis entrañas, nuestros pubis se tocan, los vientres se pegan ayudados por el sudor que nos provocan los ardores de la pasión y sin dejar de mirarme a los ojos, mueve lentamente sus caderas, mis piernas se abren más y rodean su cintura, poco a poco los movimientos de nuestras pelvis se descontrolan, siento pequeñas sacudidas dentro de mí…

Me abraza y rueda sobre la cama, me pide que lleve ahora yo el ritmo que desee, quiere verme disfrutar encima de él, follándole yo, y tras un profundo beso de hasta luego me siento a horcajadas sobre su polla que me introduzco lentamente. Sus manos me cogen las caderas y acompañan el ritmo que marco, después suben por mis costados hasta los pechos donde las reciben unas puntas inhiestas y duras que reclaman su atención.

Me muevo frenéticamente, la tormenta está estallando en mi interior, todavía lejos, pero los dos la sentimos llegar. Cierro los ojos, me voy hundiendo cada vez más, quiero que dure eternamente esta agonía de éxtasis, él me mira entre sus brazos como arqueo la espalda y mientras me clavo aún más su polla, mi mano baja hasta mi pubis, abro más los labios de mi vulva, acaricio mi clítoris lentamente mientras sus ojos se dirigen a ese punto, entonces convulsamente me froto la punta hinchada y enrojecida de placer, siento estallidos de excitación apenas contenida. Mis pezones pellizcados por sus dedos, calambres de gusto atraviesan mi pecho, mi clítoris zarandeado por la nerviosa agitación de mis dedos y su polla penetrándome a cada movimiento mío, soy la dueña de la tormenta que está por llegar, yo la domino desde el descontrol.

Un temblor nace en mi interior, lejano, quedo, escondido, se mantiene agazapado, pero notamos su presencia… Crece en lo más hondo de mis entrañas, me hundo hasta el fondo, me meto su polla hasta los huevos y comienzo un movimiento giratorio acompañado del continuo frotar de mi clítoris, me muevo en circulo, quiero que ese temblor aumente, y él con su capullo en lo más hondo intenta sacar ese temblor, y sale… sale despavorido… sacude todo mi interior y él nota una fuerte contracción en las paredes de mi coño que le aprieta como un puño, y se pierde en un orgasmo que le recorre el cuerpo, lo nota en su columna, arquea la espalda, eleva la pelvis para derramarse dentro de mí, las contracciones de mi vagina continúan, tensan mi cuerpo, mis rodillas se hincan en sus costados.

Poco a poco la calma va regresando a nosotros, abro los ojos que aún mantenía cerrados tratando de acaparar todo el placer, nuestras miradas se unen, se sienten atraídas… Sigue dentro de mí, mis piernas se abren y se ponen paralelas a las suyas, mi pecho agitado sobre el suyo, me abraza fuerte y atrapa mi boca con la suya. Poco a poco regresamos de los abismos del placer hacia la calma, fundidos en un abrazo, sin prisas… el tiempo ahora no existe.

Tras una noche intensa de emociones, a la mañana siguiente nos despertamos hambrientos y tras un fuerte desayuno, decidimos pasear por los alrededores, estaba todo precioso con los colores del otoño, marrones, verdes, caobas, cobrizos… hacía frío, pero íbamos abrigados y abrazados en nuestro paseo matutino. Nos daba el aire frío en la cara, pero apenas lo notábamos, nos mirábamos a los ojos sin hablar, estábamos tan a gusto juntos que no necesitábamos decirnos nada, solo nuestros ojos nos decían que recordábamos la noche pasada juntos.

De vuelta en la cabaña nos recibió un calor agradable, habíamos dejado encendida la chimenea y tras avivarla un poco más nos sentamos en el suelo delante de ella, él apoyado en el sillón y yo apoyada en él, entre sus brazos, recibiendo sus besos delicados, suaves, casi rozándome solo, haciéndome desear que profundizara más, subiendo mi temperatura, nuestras manos se movían con voluntad propia y como música de fondo el crepitar del fuego y los jadeos que escapaban ocasionalmente de nuestras gargantas.

Poco a poco fuimos cayendo sobre la mullida alfombra sin separar nuestros labios, nuestras lenguas seguían explorando, jugando, enredándose la una con la otra, ahora con apremio, me quitó el jersey dejando a la vista mis pechos cubiertos por el sujetador de encaje negro, sus manos los acariciaban a través del fino encaje y sacándolos jugó con los pezones que ya estaban duros, erguidos. Los pellizcó arrancando gemidos de placer de mí, sus dientes los mordisqueaban, pasaba la lengua en círculos, después bajó aún más su lengua dejando un reguero de fuego en dirección al ombligo donde se recreó. Mientras dejaba un reguero de saliva sobre mí, sus manos desabrochaban mis vaqueros y metía una de ellas por el interior de mis braguitas, deteniéndose en mi vello, sus dedos lo acariciaban, bajando por mi rajita e introduciendo la punta de sus dedos dentro de mi lubricado coño. Mi pelvis se elevó para recibirle por completo y él los sacó y los acercó a mi boca, yo lamía sus dedos y bebía de mis fluidos y su lengua se unía a la mía para disfrutar ambos de ese sabor salado.

Bruscamente se apartó de mí para terminar de desnudarme y enderezándose hizo lo mismo con su ropa, yo miraba fascinada su polla erguida que palpitaba y babeaba por la punta de su capullo y acercándomela a la boca, pasé mi lengua para chupar esa humedad, bajando después hasta la base, dejándola impregnada de mi saliva, me la fui metiendo lentamente hasta el fondo y mi cabeza subía y bajaba, yo notaba como aumentaba su grosor y mi mano acariciaba sus testículos arrancándole gemidos de placer.

Apartándose de mi boca le vi sentarse con las piernas abiertas mirándome a mí y cogiéndome las manos hizo que me subiera encima de él, me introduje su polla con facilidad porque estaba muy lubricada y mis piernas abrazando su cintura.

Mi cabeza inclinada hacia atrás, mis manos sobre sus hombros, las suyas agarradas a mis caderas, clavándose aún más a fondo en mí, mis pechos a la altura de su boca, su boca metiéndose uno de mis pezones y chupándolo, succionándolo, mordiéndolo y ya no sabía si mis gritos eran de dolor o de placer. Sentía dolor en los pezones y en mis entrañas cada vez que me dejaba caer sobre él pero a la vez notaba los primeros espasmos del orgasmo que me llegaba, las paredes de mi vagina se contraían y aprisionabansu pene que en lugar de parar, aceleró su movimiento hasta vaciar su semen dentro de mí.

La sorpresa estaba llegando a su fin y tras una ducha y una comida reparadora, pusimos rumbo a Madrid donde nos despedimos deseando repetir nuestro encuentro lo antes posible.

 

De «Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

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