Cristina era una chica de cabellos oscuros y ojos verdes que emanaban un deseo irresistible, audaz y aventurera, siempre dispuesta a explorar nuevos horizontes de placer. Su mundo se iluminó aún más cuando conoció a Carlos, un chico apuesto y carismático que despertó en ella una pasión incandescente. Carlos y Cristina se encontraban en una fiesta, rodeados de luces brillantes y música animada. Desde el momento en que se vieron, la atracción entre ellos era palpable. Sus miradas se cruzaban y sus sonrisas se volvían cómplices, mientras el deseo iba en aumento. Desde el momento en que se encontraron, la química entre Cristina y Carlos fue innegable. Cada mirada, cada roce, desataba una ola de electricidad entre ellos. No tardaron en descubrir que compartían una ardiente atracciónmutua y una profunda complicidad.

Decididos a dejarse llevar por la química intensa que los unía, buscaron un rincón apartado donde pudieran estar a solas. Sin decir una palabra, se tomaron de la mano y Carlos llevó a Cristina a su apartamento. Una vez allí, las miradas se volvieron más intensas y las caricias comenzaron a desafiar los límites de la contención. Carlos rodeó la cintura de Cristina con sus brazos fuertes, atrayéndola hacia su cuerpo, mientras ella correspondía con besos ardientes en su cuello. La tensión sexual era insoportable y ambos sabían que no podrían resistirse por mucho tiempo. Sin demora, Carlos acarició el rostro de Cristina con suavidad y la besó con pasión desenfrenada. Los labios se encontraron y sus lenguas se enredaron en un baile erótico lleno de deseo y anhelo, Carlos se acercó a Cristina y la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia su cuerpo. Los besos apasionados y las caricias juguetonas comenzaron a encender la llama del deseo entre ellos. Sin decir una palabra, él tomó su mano y la condujo hacia la habitación principal, donde una cama enorme y mullida los esperaba.

Cristina notó una caja elegantemente envuelta sobre la cama y, con una sonrisa intrigante, la abrió. En su interior, descubrió una colección de vibradores de lujo, cada uno de ellos diseñado para provocar placeres indescriptibles. Sus ojos brillaron con anticipación, y su cuerpo tembló de excitación al imaginar las sensaciones que experimentarían juntos. Carlos tomó un vibrador de suaves contornos y lo deslizó suavemente por la espalda de Cristina, acariciando cada centímetro de su piel. El zumbido delicado y estimulante del juguete la envolvió, haciéndola gemir suavemente de placer. Mientras tanto, Carlos exploraba cada rincón de su cuerpo con sus manos expertas, llevándola al borde del éxtasis una y otra vez. Carlos tomó el control. Sus dedos expertos recorrieron la piel de Cristina, dejando un rastro de fuego a su paso. Mientras tanto, ella se entregaba al placer absoluto que le proporcionaba su juguete vibrador, dejando escapar gemidos de deleite que resonaban en la habitación.

Sin embargo, no se conformaron con aquello. Carlos quería llevar a Cristina al límite, hacerla perder el control y regalarle orgasmos inolvidables. Cambiaron de posición y Carlos se colocó frente a ella, tomando el control del vibrador. Cristina gimió con cada movimiento del juguete mientras él la acariciaba con la punta de sus dedos, intensificando su placer. El ambiente se llenó de susurros de deseo y el aroma del desenfreno. Carlos, motivado por los gemidos de Cristina y su mirada suplicante, continuó acariciándola con su juguete, llevándola a una serie de orgasmos intensos y prolongados. Cada vez que Cristina alcanzaba el clímax, Carlos se sentía invadido por una satisfacción indescriptible. El tiempo pareció detenerse mientras se entregaban a sus deseos más oscuros y profundos. La pasión los envolvió como un torbellino ardiente, arrastrándolos hacia un placer sin límites. Cristina y Carlos habían descubierto un nuevo nivel de intimidad y placer en esa noche inolvidable. Sabían que el camino que habían emprendido juntos estaba lleno de posibilidades excitantes y sensuales. Con una sonrisa cómplice, se durmieron sabiendo que su pasión solo aumentaría en los días por venir.

Por Serena Tentación, Relato participante en la III Edición del Concurso de Relatos Eróticos «Muerde la Manzana»

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