No hace mucho, en una de nuestras charlas nocturnas por el chat, nos estábamos poniendo especialmente calientes con nuestros comentarios, que si te voy a hacer… que si me vas a comer… que si te voy a chupar… que si te voy a morder… que si te voy a meter…

Estábamos en ese punto en el que tú me decías que la polla te iba a estallar y yo te contestaba que estaba húmeda, empezamos a tocarnos… tú en tu casa, yo en la mía, y aunque sin cámara, nos describíamos lo que estábamos haciendo.

Entonces me dijiste que querías oírme por el teléfono, yo te dije que no sabría hacer sexo telefónico y me dijiste que solo querías oír como me corría, oírme jadear y con eso tenias para correrte tú.

Accedí, pero tú lo hiciste más complicado, querías que buscara por casa algo duro, gordo y largo para que me metiera, para que me follara, no querías consoladores ni nada parecido; como no se me ocurría nada… tú me propusiste que buscara en la cocina el mango de madera del mortero. Si ya estaba excitada con lo que habíamos hablado antes… ahora estaba realmente muy caliente.

Lo busqué, preparé el teléfono, terminé de desnudarme, ya que algo me había quitado ante la mesa del ordenador anteriormente, me tumbé en el sofá y esperé unos minutos a que tú llamaras. No tardaste, no te hiciste esperar, estabas tan ansioso como yo y al descolgar el teléfono… pude notar tu voz ronca por el deseo, posiblemente como la mía.

Con el teléfono junto al oído y sujetándolo con la mano izquierda, la mano derecha bajaba lentamente hacia mi pecho donde agarrando uno de mis pezones primero lo pellizcaba, después me chupaba un dedo y lo sacaba de la boca mojado y volvía a mi pecho y lo pasaba por el pezón que se erguía y endurecía al contacto con el dedo húmedo. Cuando mi mano derecha descendió directamente a mi sexo que reclamaba a gritos una atención inmediata, se encontró con mi flujo que me tenía lubricada, volví a llevarme la mano a la boca para notar mi sabor.

A la vez que oías mis gemidos, te iba contando lo que hacía en cada momento y entonces me ordenaste que me metiera el mango de madera en la boca y lo chupara lo suficiente para que no me doliera y, a continuación, lo hiciera pasar por mis labios vaginales. Así lo hice, lo hice resbalar por mis labios, rozaba el clítoris y cuando estuvo lo suficientemente mojado lo introduje lentamente en mi vagina haciendo que mi pelvis sintiera una descarga eléctrica y se alzara con fuerza, empezando un movimiento acompasado de la pelvis y la mano, metiendo y sacando el instrumento de madera que me estaba follando al ritmo que yo quería.

Casi no te oía al teléfono, estaba realmente pendiente de lo que estaba sintiendo y solo te oía de vez en cuando pedirme que siguiera así, lo estaba haciendo muy bien, me decías, me animabas a seguir sin prisas para correrme, querías que disfrutara y me pediste que cuando notara que me iba a correr te avisara para corrernos juntos.

Mis jadeos eran ya gritos, cuando dejándomelo dentro, usé mis dedos para frotar rápidamente mi clítoris y al notar los primeros espasmos te grité diciéndote que me iba a correr y a la vez oí tu voz por encima de la mía que me avisaba de que te estabas corriendo.

No podía respirar, el teléfono casi se me cae de la oreja, y los espasmos del orgasmo los estuve notando durante un rato más, eran tirones en los músculos de la vagina que me hacían cerrar las piernas, con la mano y el mango todavía dentro de mí.

Cortamos el teléfono y los dos nos fuimos a limpiarnos y, tras un momento de aseo, volvimos al ordenador para comentar como lo habíamos pasado y seguir charlando un momento más pero ya saciados y relajados.

De «Las Pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

 

También te gustará: Cumpliendo órdenes