Obedezco tus órdenes

Cuando llegué al aparcamiento de la estación del tren, él aún no había llegado, lo que me dio tiempo a serenarme un poco, pero sobre todo, a repasar que no me faltara nada de lo que me había pedido que llevara: Veamos… pañuelo para taparme lo ojos, vibrador, pilas nuevas… todo listo.

En ese momento llegaba él, le seguí hasta encontrar un sitio para dejar mi coche y me subí al suyo sin saludarnos, ni besarnos, ni dirigirnos la palabra el uno al otro, tal y como él había dicho. Lo siguiente que me había pedido fué que no retirara mi mirada de su bragueta durante todo el trayecto, y al principio yo miraba a la carretera… joder me estaba saliendo la vena rebelde, pero decidí seguir el juego, por lo que me acomodé… fijé mi mirada en su entrepierna y tras un momento le oí resoplar levemente a la vez que notaba un ligero movimiento que levantaba su vaquero… me iba a gustar el jueguecito.

Llegamos a un chalet, la puerta del garaje estaba abierta, entró con el coche, yo me quedé quieta dentro mientras él cerraba la puerta. Volvió, y cuando me abrió la puerta, se encontró con que me había subido la falda hasta mis caderas… estaba siendo obediente y me iba excitando cada vez más.

Me tomó de la mano y me dirigió hacia una habitación… estaba muy bien preparada, un sofá cama, un silloncito, una alfombra… no me dio tiempo para ver más porque me estaba quitando la chaqueta. Me pidió el pañuelo y sin más… me tapó los ojos dejándome en una semioscuridad ligeramente inquietante.

Noté como se retiraba de mí, y oí como se sentaba en el sillón. No hablaba, no oía nada, solo nuestras respiraciones y después solo dijo: “Desnúdate… despacio”, y así lo hice. Primero la camisa, después la falda, quedándome con la ropa interior negra. Después bajé los tirantes del sujetador, lo desabroché y por último las braguitas, quedándome totalmente desnuda ante él, que continuaba en silencio.

“Ponte de rodillas y avanza hacía mí”. Lo hice. Rocé sus piernas abiertas, fui subiendo por ellas hasta llegar a la cremallera de su pantalón, la bajé, le quité los pantalones y retirando el boxer agarré la verga que saltó hacia mi mano ya humedecida. Rocé con mis dedos la punta mojada y me la llevé hasta mi boca, la chupé, la lamí, la succioné, la metí entera en mi boca una vez… otra… la sacaba y la frotaba con mis manos mientras mi boca chupaba sus testículos llenos de leche para mí.

“Levántate…” Me ayudó a levantarme, el también se levantó y me besó repetidas veces a la vez que apretaba mis pechos, pellizcaba mis pezones, los mordisqueaba mientras yo gemía suavemente. Se sentó sobre la cama apoyado en la pared mientras yo de rodillas junto a él lamía su pecho, bordeaba sus tetillas, bajaba hacia su ombligo y volvía a encontrarme con su polla erecta para meterla de nuevo en mi boca. La cogí con mi mano y me fui hasta su boca para besarle, yo quería que me follara ya, pero sabía que tendría que pedírselo y, efectivamente… “Qué quieres Jade… pídemelo… no te haré nada que tú no pidas… estás deseando que te folle ese culito virgen… pídelo…”

Yo me mordía los labios, mantenía una lucha interna tremenda. Por un lado deseaba que me dilatara el culo y hacer caer esa barrera que había en mi cabeza y que me hacía rechazar esa parte del sexo… por otro lado continuaba con el miedo al dolor que siempre había sentido… además él quería que yo lo pidiera, que me humillara y se lo suplicara, quería que fuera su sumisa… y además me salía la vena rebelde que me impedía rogarle nada como él quería.

Las caricias, las ganas, la curiosidad, el deseo… “Sííí fóllame el culo, cabrón… pero hazlo ya y hazme gritar de placer…” (¿era yo quien había pronunciado esas palabras?). «Dílo de nuevo… vuelve a pedírmelo otra vez” (joderrr, pensé mientras me mordía otra vez los labios resistiéndome aún, quiere que se lo repita…), “Por favor… fóllame el culo… hazme sentir tu carne dentro de mí… derrámate en mi culo y rómpeme en dos…”

Me hizo quedarme de rodillas al borde de la cama, mis manos abrieron mis nalgas, él se puso el preservativo y lo llenó de lubricante, comenzó a dilatarme lentamente el ano. Primero un dedo que movía lentamente, más lubricante, dos dedos, entraban y salían con más facilidad, y yo con la cara apoyada sobre la cama y los ojos vendados, gimiendo de placer, hasta ese momento me gustaba. Oí que volvía a usar el lubricante, preparaba su polla para meterla y yo también me preparé. Ahí estaba mi barrera, contrayendo mi ano por el miedo al dolor, pero sus palabras delicadas hicieron que me fuera tranquilizando y relajando. Metía la puntita poco a poco, entraba y salía, después se paraba y era yo la que me movía hasta donde podía aguantar, le pedía que parara de vez en cuando y me decía: “Ya mi niña… ya ha entrado casi la mitad de mi polla… tranquila, no voy a hacerte daño…”, y seguíamos moviéndonos despacio mientras metía cada vez un poco más. “Quítame la venda… déjame ver algo…”, me la quitó y sin haberme dado cuenta ya tenía su polla entera dentro de mi, porque a cada movimiento que hacía, eran sus huevos los que chocaban con mis nalgas. Exclamé alborozada… “Tengo una polla en mi culo. ¡¡Por fin tengo tu polla en mi culo!!”; para gemir, poco después: “No quiero gritar, no quiero gritar”… pero había gritado.

Mis brazos hacia atrás abriendo mi culo, él agarrándose a mis brazos y tirando de mi para follarme, y de repente noto un azote en mi nalga que me hace dar un respingo y un gemido más pronunciado escapa de mi garganta. Otro azote, otro respingo, otro gemido, un nuevo azote… y así hasta cinco… él me hacía ir contándolos…

¡¡¡Joder como me estaba gustando!!! La venda en los ojos, el ponerme de rodillas, él follándome el culo, los azotitos, sus palabras… uffffff, y de repente… me corrí y lo grité… y él se corrió a la vez, se estaba conteniendo hasta que yo terminara y… terminamos los dos a la vez, gimiendo, jadeando…

Caímos los dos sobre el sofá abrazados, besándonos dulcemente y llenándonos de caricias tras nuestro encuentro.

Al día siguiente, descubrí un chupetón en mi pezón… me había dejado su marca en mi cuerpo y en mi recuerdo.

 

De «Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto. Disponible en Amazon

 

 

 

 

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