Yo uso lentillas desde hace muchos años, por lo que acudo habitualmente a una óptica a por líquidos de limpieza y revisiones. Con el propietario ha llegado a unirme una gran amistad debido a las visitas casi continuas que realizo. Normalmente contratan a chicas en prácticas, ellas aprenden y a ellos les ayudan en la tienda, y desde hace mucho tiempo yo les insistía en tono de broma para que contratasen a chicos guapos para esas prácticas.

Hace poco tenía que pedir lentillas nuevas y antes tenía que hacerme una revisión previa. Cuando llegué, mi amigo me dijo que estaba saliendo en ese momento hacia un congreso pero me presentó a su sustituto… ¡¡¡madre mía!!!

Iván era alto, delgado, moreno, ojos negros y manos delgadas con los dedos largos, una mirada profunda y una sonrisa pícara, ufff.

Enseguida conectamos. Tras presentarnos mi amigo le dijo que me tratara muy bien, que más que clienta era amiga, etc. Él solo dijo “déjamela a mí que yo me ocuparé de ella y la trataré muy bien, quedará muy satisfecha”, joder que voz, me hizo vibrar de arriba abajo por todo el cuerpo.

Como era temprano no había gente por la óptica y tras preguntarme si quería un café le dijo a otra persona que volvíamos pronto. Fuimos a una cafetería cercana y tras tomarnos un café, no paramos de charlar. Era una sensación como de conocernos desde mucho tiempo, habíamos conectado muy bien y nos sentíamos realmente bien juntos.

Cuando volvimos a la óptica me dijo que no podía graduarme porque llevaba las lentillas puestas y para una buena graduación el ojo debe ir descansado de lentillas unas horas, por lo que quedé en pasarme al día siguiente pero a última hora, porque tenía cosas que hacer. Iván me dijo que no me preocupara de la hora que él se quedaría a esperarme porque no tenía prisa en irse.

Llegué a las 7:45 deshaciéndome en disculpas, pero él enseguida me tranquilizó y me hizo pasar al cuartito donde gradúan. No es muy grande y normalmente tiene la luz muy baja. Me hizo sentir cómoda desde un principio bromeando conmigo mientras preparaba las lentes, la altura del sillón, etc. y como se había hecho tarde decidió cerrar para que no nos molestara nadie.

Desde el primer momento se mostró atento, simpático y detallista conmigo, hasta me retiró un mechón de pelo de la cara cuando me ponía las gafas, demorando sus dedos sobre mis mejillas… con esas “caricias”… esa voz… esos ojos… esa sonrisa… ¡¡¡madre mía!!! Me estaba excitando. Yo sentada en el sillón, Iván enfrente de mí con mis piernas entre las suyas, muy juntos los dos, en un cuartito en semioscuridad, y la tienda cerrada, solo los dos, arggg.

En un momento en el que estaba deletreando una fila muy atenta, noté su mano sobre mi pierna directamente por debajo de mi falda y subiendo peligrosamente por el muslo llegando a pararse sobre mis braguitas. Yo fui a decir algo y él me calló poniendo sus labios sobre los míos… fue un beso largo, lento, saboreándonos, disfrutándonos. Su mano retiró mis braguitas y sus dedos se abrieron paso hacia mi raja húmeda, lubricada … subían, bajaban, rozaban el clítoris que estaba hinchado y palpitando, volvían a bajar y los introducía en mi vagina realizando un mete y saca lento. Los gemidos que escapaban de mi boca, los absorbía él con la suya, mis manos en su cuello, acariciando su nuca, y tirando de su cabeza para que bajara sus labios hacia mi cuello y después capturaran mis pezones que ya estaban duros.

En poco tiempo alcancé un orgasmo intenso, mientras él me miraba y sonreía, y cuando los espasmos cesaron, mis manos se dirigieron directamente a la cremallera de su pantalón que abrí tras retirarle la bata blanca que llevaba. Retiré el bóxer y su polla, enorme y palpitante, me saltó a las manos… Me levanté del sillón, le hice sentarse en él y yo poniéndome de rodillas entre sus piernas, fui metiéndome su pene poco a poco, primero pasando mi lengua por la punta de su capullo y bajando por toda la base hasta su pubis, y después tragándolo… Mi boca estaba llena, y mi cabeza subía y bajaba, mi mano le masajeaba los testículos, y le rozaba el ano, y sus manos puestas sobre mi cabeza me indicaban el ritmo que quería que siguiera. Yo levantaba la vista y le miraba gozar, disfrutar, sus gemidos eran entrecortados y mi boca notaba como iba acercándose el momento del orgasmo, y diciéndome que se corría, lo hizo en mi boca, llenándome de su semen que yo tragué.

Nos levantamos entre caricias y besos y sonriendo ante lo que había ocurrido entre nosotros, nos vestimos y salimos abrazados a la calle, tras cerrar bien la óptica.

Tendría que volver al día siguiente para graduarme, porque Iván y yo… teníamos mejores cosas que hacer en ese momento.

De «Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

 

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