Bajamos del taxi frente a un edificio modernista del Paseo de Gracia. Al entrar percibí un ligero olor a lavanda, el brazo de Roi sobre mi hombro y la música ambiente, que me hicieron sentir bien. Me besó en la mejilla muy cerca del oído y me preguntó si me pusiera el plug anal. Respondí que sí, mientras el rubor acudía a mis mejillas y un escalofrío me recorría el cuerpo.

El regalo de Roi por mi cumpleaños era una escapada romántica a Barcelona, llena de sorpresas. La primera de ellas era el plug que estrenaba esa noche.

El camarero nos acompañó hasta nuestra mesa, de la que se levantó una pareja. Pensé que se trataba de un error, pero la sonrisa pícara de mi marido me hizo recordar, como en un flash, una noche que me pidió que le describiera al hombre más atractivo que pudiera imaginar. Pues bien, ese hombre estaba sentado frente a mí. Durante la cena descubrí que era dulce, amable, de risa fácil y su mujer no se quedaba atrás.

Roi llevaba meses preparando esto para mí, cuidando cada detalle, hasta dar con una pareja con la que hacer un intercambio.

¿Aceptas mi regalo? – dijo.

Sí. – respondí.

Al acabar la cena, subimos por unas escaleras de mármol, de peldaños desgastados por el paso del tiempo. Ignasi cogió mi mano, la besó dulcemente y me dijo que recordaba su primera vez y no haría nada que pudiera estropear la mía.

La habitación era amplia, con dos camas gigantes enfrentadas, que invitaban a saltar sobre ellas. Y eso hice. Caí en un colchón blandito, que me hizo sentir el plug con mucha intensidad, recordándome lo excitada que estaba y lo mucho que había deseado este momento.

Sonreí feliz y cuando abrí los ojos, descubrí a Roi besando apasionadamente a Joana. Estupefacta, miré a Ignasi y ambos reímos. Me levanté de la cama, me acerqué a él y le pregunté si podía besarlo. Al instante su boca estaba sobre la mía, incendiando mis labios y arrasando con mis bragas de encaje, que no podían soportar más humedad. Nos desnudamos lentamente, reconociendo nuestros cuerpos y nos tumbamos en la cama.

Me acarició los pechos, succionó mis pezones y los mordisqueó traviesamente mientras notaba cómo aumentaba su excitación y su pene erecto latía expectante. Después de besarnos, acariciarnos, chuparnos, correrme dos veces en su boca y eyacular, me pidió permiso para quitarme el plug.

Nos sentamos en el borde de la cama frente a frente mientras iba lubricando la zona de mi ano. Me posicioné sobre él y sincronizamos nuestros movimientos hasta conseguir introducir su pene. Me estimulaba el clítoris y cuando se corrió y vencido apoyó su frente sobre mi espalda, yo me desmayé.

Pasaron unos minutos hasta que me recuperé. Joana me trajo un vaso de agua y me acompañó al baño, donde me puso agua fresca en la frente y en la nuca. Volvimos a la habitación y descubrimos a nuestras parejas durmiendo plácidamente. Nos dimos un abrazo y un beso en los labios de buenas noches.

El día siguiente lo pasamos Roi y yo descansando en la playa. Hablamos de cómo nos habíamos sentido y decidimos quedar de nuevo con ellos y probar otro intercambio, esta vez chicas y chicos. Recordé la despedida de anoche de Joana y los músculos de mi vagina se contrajeron al instante. Empecé a sentir calor y mucha humedad en mis genitales.

Nada más llegar a la habitación, Joana y yo empezamos a besarnos, sentía cómo cada poro de mi piel respondía a ella. Llevaba unas pinzas para pezones que inmediatamente captaron mi atención y me enseñó a utilizar.

Me situé entre sus piernas, acaricié sus pliegues, sentí su humedad, introduje mi dedo índice en su vagina, liberé al clítoris de su capuchón, lo besé, ella gimió y yo empecé a lamerla despacio desde el ano hasta el clítoris, mordisqueando suavemente su clítoris y se derritió entre mis labios. Se corrió dos veces después de eyacular.

Después, ella repitió sobre mi lo que yo le había hecho y culminé de igual manera. Caímos rendidas en la cama hasta quedarnos dormidas.

Amanecimos los cuatro en la misma cama y pedimos el desayuno en la habitación.

Al anochecer fuimos los juntos a ver el espectáculo de las fuentes de Montjuic y, al regresar, subimos a la habitación. Había cierto aire de nostalgia porque era la última noche y pusimos Home, de Michael Bublé, en el reproductor musical. Ignasi me abrazó por detrás, yo apoyé mi cabeza en su hombro y nos mecimos al son de la melodía.

Sentí unos labios sobre los míos y, al abrir los ojos, vi a Joana en la misma posición con Roi que yo con Ignasi. Continuamos besándonos y moviendo nuestros cuerpos cuerpos al ritmo de la música. Roi se acercó con un ferviente deseo bullendo en su interior, con una erección demencial y un ruego que me sorprendió. Moví lentamente mi cabeza de arriba abajo para aceptar la propuesta implícita.

Ignasi seguía sujetándome por detrás y empezó a acariciar los hombros y los brazos de Roi. Ambos se besaron con mi cuerpo entre los suyos y Joana vino a saciar mi deseo con un ímpetu embriagador.

Ver cómo Ignasi penetraba a Roi hizo que me excitara muchísimo y me acerqué a chuparle la polla. Joana se unió y me hizo el mejor cunnilingus de mi vida.

Ignasi, Roi y yo nos corrimos de forma sucesiva y los tres nos acercamos a Joana con lujuria en nuestras miradas.

Ignasi se tumbó, Joana se subió a horcajadas sobre él que la penetró, Roi se situó detrás de ella y la penetró también. Yo la besé, le acaricié los pechos, mordisqueé sus pezones y casi me desmayo de nuevo frente a semejante estallido de sensaciones.

Caímos exhaustos con nuestros cuerpos revueltos sobre las blancas sábanas del hotel, que aún olían a lavanda.

Nos despedimos a la mañana siguiente deseando que nuestros caminos volvieran a cruzarse.

Relato participante en el I Concurso de Relatos Eróticos «Muerde la Manzana»

 

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