Nadie la mira raro cuando entra en el hotel sin maleta, pidiendo la copia de la llave que Lucas ha dejado para ella. Quizás se piensan que es una prostituta a punto de reunirse con su cliente.

Le excita la idea casi tanto como lo furtivo del encuentro.

Cuando al fin llega a la habitación, deja la llave, o mejor dicho la tarjeta, encima de la mesita de la entrada, fijando su mirada en la cama, sonriendo cuando ve que Lucas se ha puesto cómodo.

Solo lleva puestos los calzoncillos, que marcan una erección prominente, y Sam se lame los labios al imaginársela en su boca.
– Veo que has empezado sin mí.

Lucas se encoge de hombros, mirándola de arriba a abajo antes de responder.
– Eres como en tus fotos de la web.

La mirada de Lucas vuelve a sus manos, y Sam se da cuenta en qué se ha fijado, moviendo los dedos para que la luz se refleje en el anillo.
– ¿Te molesta?

Lucas sale de la cama, acercándose a ella hasta que están tan cerca que Sam nota su aliento en el rostro cuando le responde.
– No si a ti tampoco. No tiene por qué saberlo.
Sam se muerde el labio para esconder su sonrisa, haciendo que Lucas se fije en su boca y se agache a besarla, acariciándole los pechos con un dedo por encima de la ropa.

Quiere que no haya barreras entre ambos, así que empieza a desnudarse, gimiendo cada vez que se quita una prenda y Lucas lame su cuerpo. Cuando se queda en ropa interior, Lucas se pone de rodillas frente a ella, sujetándola de las caderas, lamiéndole el sexo por encima de las bragas. Sam jadea, hundiendo las manos en su pelo, obligándole a seguir hasta que está empapada de sudor y de excitación. Le aparta de ella tirando de sus mechones, haciéndole gemir. Lucas gruñe por no poder seguir saboreándola, pero Sam da un paso atrás y acaba de desnudarse, llevándole hacia la cama.

Deja que la empuje sobre el colchón, mirando cómo Lucas se quita los calzoncillos antes de ponerse sobre ella a horcajadas pero sin rozarla, apartándose cuando Sam intenta besarlo.
– ¿Quieres que hagamos como en Pretty Woman? No cobro por horas.
– Pero el hotel sí.

Sam pone los ojos en blanco, arqueándose cuando Lucas atrapa un pezón entre sus dientes, lamiéndolo y chupándolo mientras acaricia el otro con sus dedos. Quiere tocarle, pero quedaron en que, al menos esta vez, Lucas se va a centrar en ella y quiere que le haga esperar para obtener su placer. Así que se agarra con fuerza a las sábanas para evitar la tentación, llenando la habitación con sus jadeos y sus gemidos a medida que Lucas va bajando por su cuerpo explorándola con su boca y sus dedos. Muerde sus muslos, dejando un reguero de saliva y chupetones a su paso, sin importarle estar dejándola llena de marcas. Cuando al fin llega a su monte de Venus, le separa los labios con los dedos y lame su excitación, centrándose en su clítoris.
– Lucas…

Sabe lo que quiere, porque sin dejar de lamerla, aprovecha que está húmeda para penetrarla con un dedo, manteniéndola al borde del precipicio. Hablaron de esto en el chat de la web, de cuántas veces podría hacer Lucas que se corriera. De cuántos orgasmos sería capaz de beberse de ella antes de estar tan desesperado por correrse él mismo que tuviera que suplicarle. Así que sabe que no va a hacerla esperar demasiado, y cuando añade otro dedo a su interior, y atrapa su clítoris entre sus dientes con suavidad, Sam se deja llevar, corriéndose entre espasmos, incapaz de resistirse a tirar de él para besarle, ambos gimiendo al saborearlaen sus lenguas.

La erección de Lucas se clava en su vientre, y nota cómo se frota contra ella, intentando darse placer. Sam chista, tirándole del pelo con fuerza, sacudiendo la cabeza para despejarse y negarle el desahogo.
– ¿Qué negociamos antes de venir?

Lucas evita su mirada, sonrojándose, pero Sam tiene todo el tiempo del mundo, y le acaricia la espalda con las uñas, imaginando las marcas que dejan a su paso, sin llegar a romperle la piel, pero lo bastante fuerte como para ver cómo se le pone la piel de gallina por la excitación.
Al fin Lucas parece encontrar sus palabras y susurra entre ambos.
– Que no puedo correrme hasta que tú lo digas. Hoy tu placer va primero.
Sam nota cómo su entrepierna pulsa al oírlo, empujándole para cambiar sus posiciones y poder frotar su sexo contra el pene de Lucas. Sabe que si quisiera, podría liberarse, es más alto y más fuerte que ella, pero se queda quieto, dejando que lo use como si fuera un dildo, llenándolo de sus jugos.
– ¿Vas a ser bueno, o tengo que sacar el anillo?

Ella puede que haya venido al hotel sin equipaje, pero conoce a Lucas, sabe que habrá cumplido a rajatabla la lista que le dio Sam antes de salir de casa.
A veces, jugar con tu marido tiene sus ventajas.
Lucas, como si pudiera oírla pensar, sonríe.
– Está junto a mi alianza en el primer cajón de la mesilla. Podrías haber guardado la tuya también antes de empezar.
– Será que no te ha dado morbo imaginar que estabas acostándote con una mujer casada.

Evita que le responda empalándose en su miembro, sosteniéndose en su pecho, inmóvil mientras Lucas lucha por no correrse. Ha sido bueno, de modo que Sam espera hasta que Lucas deja de estremecerse, y empieza a balancearse sobre su cuerpo, dándose placer como si de verdad se tratara de un juguete.
Le mira a los ojos, sonriendo cuando Lucas entrelaza sus dedos con los suyos.
– Recuerda, si te corres, se acaba el juego.
Empieza a moverse, y la habitación se vuelve a llenar de sus gemidos. Tienen toda la noche por delante.

 

Relato participante en la II Edición del Concurso de Relatos Erótico «Muerde la Manzana»

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