En su habitación –

Nos dirigíamos en su coche por la urbanización hacia el chalet de su familia. Aquel día no había nadie y estábamos impacientes por llegar. Abrió la puerta con un mando a distancia y entramos con el coche.

Yo quería hacer el amor con él en su habitación… Dejarle un recuerdo mío. Tenía un presentimiento, lo nuestro no podía durar… los dos teníamos nuestra propia vida.

Me cogió de la mano, nos dirigimos a la parte posterior de la casa y vi una piscina, donde él se “refrescaba” cuando se levantaba de la siesta pensando en mí. Entramos en la casa y nos dirigimos directamente a su habitación… los dos lo estábamos deseando y ansiosos, casi desesperados, nos lanzamos en un beso sin fin, hambriento, su lengua devorando mi boca, la mía recibiéndola, sus manos cogiendo mi cara y ladeándola hacia un lado y hacia otro, las mías agarradas a su cintura, sujetándome, notaba como si estuviera cayendo al vacío y él fuera mi tabla de salvación.

Sin separar nuestros labios… nuestras manos se buscaban, se acariciaban, como si quisiéramos grabar nuestras facciones en la memoria. Nos quitamos la ropa despacio, era casi una tortura, su boca bajó hacia mi cuello y siguió bajando hasta mi pecho, donde se apoderó de uno de mis pezones que ya estaba erguido, duro.

Ya desnudos, me reclinó sobre la cama, se acercó a la mesita de noche y abriendo un cajón, sacó unos pañuelos de seda, yo le miraba sorprendida, puso mis brazos hacia arriba y los ató los dos juntos al cabecero de su cama, mis piernas abiertas, anudadas a la parte inferior de la cama. Estaba excitada, sabía que era una de sus fantasías, me miró fijamente a los ojos… como si se estuviera despidiendo de mi, y a continuación lo vi todo oscuro cuando me puso el otro pañuelo y me lo ató en la nuca.

Ahora sí que estaba excitada… húmeda… ansiosa… todo en mí palpitaba, me costaba trabajo respirar, pero ¿quién pensaba en respirar? Solo pensaba en donde estaría él, qué me iba a hacer, dónde me lo iba a hacer. Me sentía indefensa… a su merced. Entonces, sentí el suave roce de sus labios en una de mis muñecas, junto al pañuelo que me mantenía inmovilizada para él, noté una descarga eléctrica por todo el brazo que me hizo mover todo el cuerpo en esa dirección.

Otra vez sin notar nada, mis oídos se esforzaban por escuchar algún movimiento para identificar donde estaba él, silencio total. Otra vez sus labios besando mis tobillos, después se retiraba, ahora el roce lo noté en mi ombligo, era su lengua que marcaba círculos sobre mí. Yo jadeaba y notaba la boca seca. Como si leyera mi pensamiento, lo siguiente que noté fue su boca en la mía, llenándome de su saliva. Metió uno de sus dedos en nuestras bocas y sacándolo húmedo, rozó uno de mis pezones.

Ahora era la parte interna de mis muslos los que recibían su atención y subiendo llegó a mi sexo, su lengua limpió mis jugos, los bebió sin dejar ni una gota, como si estuviera sediento. Acarició mi clítoris sin llegar a tocarlo, rodeándolo, martirizándome, pasó entonces a mi vagina donde su lengua entraba y salía primero despacio, después deprisa, volvía hacia mis labios, los lamía, llegó al clítoris y ahora sí, lo succionaba, lo chupaba, lo mordía.

Yo le pedía que me desatara, quería tocarlo, acariciarlo, besarlo, lamer su sudor. Pero solo podía gemir, deseaba apretarle su cabeza entre mis piernas cuando noto su lengua follándome cada vez más deprisa, pero solo puedo levantar levemente la pelvis.

Siento una descarga y le pido a gritos que pare, que me voy a correr y que no puedo más, pero él sigue… y me corro en su boca, descargando más fluidos, que él bebe.

Me había prometido un día que me haría la “mejor comida” de mi vida.

Solo siento los espasmos que salen de mi vagina y me recorren entera… pero a él no le siento, no noto donde está, hasta que mis manos de repente se sueltan al quitarme el pañuelo, bajo los brazos lentamente porque noto un hormigueo y mis manos se tropiezan con su cara, le acaricio y cogiéndole suavemente, llevo su boca hasta la mía y nos besamos dulcemente.

Tras quitarme el pañuelo de los ojos, se tumba en la cama junto a mí y empieza a acariciarme por todo el cuerpo mientras deja que descanse un momento, pero sus caricias hacen que nuevamente mi respiración sea agitada, mis manos le acarician a él también, me besa con un beso largo, intenso. Después sus labios van hacia mi cuello dejando huellas que me queman, vuelve a besarme en los párpados, en la mejilla, me roza con su lengua la comisura de mis labios. Y sus manos van desde mi nuca hasta mis hombros, pasando por mi cara, bajan por mis brazos y suben por mi cintura hasta mis pechos que masajea y acaricia a la vez que con los dedos pellizca mis pezones hasta ponerlos duros de nuevo.

Sus besos, sus abrazos, sus caricias… me tenían encendida y mi excitación igualaba a la suya, su polla erecta, dura, palpitaba contra mi muslo y poniéndose sobre mí fue introduciéndola lentamente, primero la puntita… dentro, fuera, un poco más adentro, otra vez fuera, sus manos perdidas en mi cintura, acariciándome, su boca alternando susurros y besos por mi cuello, mordiendo mi barbilla, mis labios.

Mientras el ritmo de sus embestidas aumentaba, también lo hacían nuestras caricias, nuestros jadeos. Mis manos bajaban por su espalda hasta su culo y le empujaba contra mí, quería tenerlo más adentro, sentir como si me rompiera por dentro.

Cuando me venían los primeros espasmos del orgasmo, él aceleró el ritmo, quería que nos corriéramos a la vez y así fué. Sus caderas apretaban mi pelvis y yo entre convulsiones, notaba su leche caliente dentro de mí, eso era lo que él quería y yo le dejé.

Cayó sobre mí, los dos fundidos en un abrazo, recuperando el ritmo normal de nuestras respiraciones, se retiró levemente sin dejar de abrazarnos, acariciarnos, besarnos, nos susurrábamos palabras cariñosas, risas entrecortadas, sus manos subían y bajaban suavemente por mis brazos, mis dedos jugaban en su pecho y rozaban sus pezones y en sus ojos negros volví a ver la pasión encendida, en sus ojos y en la erección que volvía a tener.

Mi boca acompañaba a mis manos dejando un reguero de besos por su torso, bajando hacia su ombligo donde mi lengua degustaba el sabor del sudor que aún quedaba, y después hasta su polla, donde limpié los restos de su semen y de mis fluidos para metérmela entera en la boca a continuación, hasta la garganta, lentamente, arriba, abajo, su pelvis acompañando mis movimientos y sus manos sobre mi cabeza, apretándomela para follarme la boca, despacio, hasta el fondo, y uno de mis dedos introducido en su ano. Estaba a punto, lo notaba en las palpitaciones de su polla dentro de mi boca y en sus ojos, semicerrados, y en su boca, semiabierta, y mirándole a los ojos, se corrió dentro de mí nuevamente, y su semen inundó mi garganta que tragué entero, chupando, limpiando hasta la última gota.

Estábamos saciados, relajados, plenos y felices. Nos quedamos adormilados, descansando, el uno en brazos del otro.

Las Pasiones ocultas de Jade, por Laura Soto. Diponible en Amazon

 
 
 
 

 

 

 

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