Relato participante en el Concusro de Escritura Erótica de Gleeden 2019

Mi chico llevaba varios días intentando convencerme para que fuésemos a la Filmoteca Nacional. No paraba de hablarme de un ciclo muy interesante de cine polaco que me iba a encantar. A mí me gusta el cine, pero no soy de las que se traga cualquier bodrio. Pero había sido tanta su insistencia que accedí a ir con él. «Pero después de la película nos vamos a cenar…», le dije aburrida. Él me sonrió y me contestó: «No te arrepentirás».

Llegó el día elegido y no sabía qué ponerme para salir. Él percibió mis dudas y me dijo: «Ponte algo cómodo». Era ya primavera y hacía una temperatura agradable, así que elegí un vestido de manga corta y falda de vuelo, y unos zapatos de tacón no demasiado alto. Llegamos a la sesión de las seis y en la entrada del cine no había nadie, tan sólo un taquillero que trataba de pasar sus largas horas de encierro en su cárcel de cristal leyendo el periódico. Despertó de su letargo cuando le pedimos dos entradas, que nos dio de mala gana, irritado por la interrupción de su lectura. Nos encaminamos a la sala y al entrar observé que estaba completamente vacía, e inmediatamente pensé: «Cómo me voy a aburrir…». Nos sentamos en la primera fila de butacas y mi chico me miró con un brillo especial en sus ojos. Yo le sonreí forzadamente, intentando disimular mi desilusión.

Las luces de la sala se apagaron y la película comenzó. Pensé que lo mejor que podía hacer era intentar disfrutar de ella y puse toda mi atención es seguir los subtítulos. Tan absorta estaba en su lectura que no noté su mano en mi pierna hasta que llegó al muslo. Giré la cabeza sobresaltada hacia mi chico, que tenía la vista fija en la pantalla con una sonrisa maliciosa pintada en su rostro. Sus dedos me acariciaban suavemente el interior del muslo y yo comprendí sus intenciones. Súbitamente el deseo se expandió por mi cuerpo como el fuego en un montón de hojarasca. Abrí levemente mis piernas y su mano se deslizó hacia mi pubis. Sus hábiles dedos empezaron a acariciar mi sexo con delicadeza y yo me estremecí, dejando escapar un gemido. Al mismo tiempo se acercó a mí y me besó lúbricamente, inundándome con su lengua. Yo le correspondí mordiendo sus labios y posando mi mano en su entrepierna. Con su boca recorriendo mi cuello, mis pulsaciones se aceleraron y la humedad entre mis piernas empezó a mojar mis braguitas de encaje.

Presa del deseo, me levanté de la butaca y me agaché enfrente de él. Desabroché su cinturón y cada uno de los botones de su pantalón con estudiada lentitud, mientras le miraba a los ojos. Su expresión de expectación y su mirada libidinosa hicieron que mi deseo creciera aún más. Bajé sus pantalones y sus boxer, y su miembro en plena erección se puso al alcance de mi boca. Mi mano cogió su verga y lentamente empezó a acariciarla, mientras mi lengua se movía juguetona por la punta. Él abrió su boca y cerró sus ojos, inclinando la cabeza hacia atrás y acariciándome el cabello con sus manos. Su pene estaba duro, palpitante, caliente y apetitoso. Decidí saborearlo por completo, introduciéndolo en mi boca y acariciándolo con mis labios, mientras con mis manos le masajeaba los testículos. Sus jadeos se escuchaban por encima del sonido de la película, haciendo que mi excitación llegara a su punto máximo.

Me incorporé, poniéndome de espaldas a él y apartando las braguitas de mi sexo. Estaba deseando sentir su miembro en mi interior, llenándome plenamente. Mis caderas fueron descendiendo mientras mi mano guiaba su verga hacia mi vagina. Cuando noté su contacto me dejé caer encima de él, y una sensación de indescriptible placer me invadió. Quería más, y empecé a subir y bajar despacio. Al mismo tiempo que mi chico me acariciaba el clítoris y los pechos, mi ritmo se iba incrementando paulatinamente. La dureza de su miembro me provocaba espasmos placenteros y sacaba gemidos cada vez más fuertes de mi garganta. Mis ojos estaban cerrados, sólo quería aplacar el deseo que esta situación inesperada había despertado en mí. Mi chico jadeaba entrecortadamente y yo quería llegar al clímax con él, poseída por la lujuria. Mi sexo se hundía una y otra vez en ese instrumento de placer, cada vez más rápido, cada vez más intensamente. Sentí que un repentino fuego subía por mi vientre y mi ritmo se aceleró aún más. Mi chico empezó a exhalar con vehemencia y supe que él estaba a punto. Un estallido dentro de mí me llevó a un prolongado orgasmo, mientras mi chico me llenaba de su esperma caliente. Cuando todo hubo acabado nos besamos tiernamente y seguimos viendo la película, que por cierto me gustó mucho.

Ahora soy una auténtica asidua a los ciclos de cine de la Filmoteca Nacional con mi chico, son mucho más divertidos que los estrenos de Hollywood…

Por Harlin71

 

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