Ayer, tras unas conversaciones y unas imágenes por la webcam, quedé realmente perturbada, caliente, excitada…

Cuando ya de madrugada decidí apagar el ordenador, fue con una gran necesidad de ir hacia mi cama y tocarme… acariciarme… masturbarme, pensando en todo lo hablado, visto y sentido, ufff, como me había puesto, estaba a mil. Tenía las braguitas mojadas desde hacía rato, me notaba palpitante y mi respiración algo agitada, los pezones estaban duros como piedras, y tras meterme en la cama, dentro del edredón, comencé a pasar mis manos por mi cuerpo pensando que eran sus manos.

Acariciaba mis pechos y me detenía a pellizcar fuertemente mis pezones, mis caderas recibían descargas cada vez que lo hacía, elevándose y reclamando que la otra mano rozara mi rajita, lo hice, pasé los dedos por ese espacio totalmente mojado que hacía resbalar mis dedos hasta dentro de mi vagina, saqué los dedos y los llevé a mi boca… (creo que en la conversación había salido algo sobre el sabor… ¿o lo imaginé? me gusta mi sabor… mi olor cuando estoy excitada). Los chupé, me metía mis dedos en la boca y los sacaba, imaginando que eran sus dedos los que chupaba, pero con mis fluidos.

Bajé de nuevo la mano e inicié un movimiento cadencioso, con un ritmo lento, agónico, ya que sentía la necesidad de acelerar mis movimientos, pero quería alargar el placer que estaba sintiendo. Los ojos cerrados, recordando frases, imágenes, gestos, una mano que continuaba masajeando mi pecho y martirizando mi pezón y la otra que por voluntad propia agilizó el movimiento sobre mi clítoris, haciéndome sentir un orgasmo intenso y, tras correrme, volví a meter los dedos en mi boca y chupar mi propia corrida… ummm, qué rica, espesa, salada…

Quedé relajada y pude conciliar el sueño a pesar del cariz que está tomando mi vida últimamente.”

 

«Las pasiones de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

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