( Él )

Cogió el cercanías como solía hacer para volver a casa, con la diferencia de que ese día era mucho más tarde de lo habitual. Al final ir a Madrid era mucho más cómodo en tren que meterse con el coche y tener que pelearse con el tráfico.

Se le había complicado el día al final, con una cena con la que no contaba pero a la que no había podido negarse “por imperativo laboral” y al final cogía el último tren, con lo cual el andén estaba vacío. No tuvo que esperar mucho a que llegara el tren y se subió al vagón. No había nadie más allí; parecía que su trayecto iba a ser tranquilo, porque a esas horas ya estaba todo el mundo en casa, y el que no estaba, era porque ya no volvería hasta el día siguiente.

En la siguiente estación se subió al mismo vagón una mujer. Evidentemente no puedo evitar fijase en ella: rubia, atractiva y sugerente… con unos vaqueros que dejaban ver que a pesar de pasar de los 40 el trasero seguía estando en muy buen estado, una blusa blanca, ligera en la que se adivinaban unos pechos que hacían juego con el trasero. Unos botines de tacón, y un abrigo de cachemir de color arena que se había quitado, puesto que allí hacía calor. El conjunto era muy sugerente, muy sexy…. muy apetecible.

  • Buenas noches. – Le dijo cuando se cerraron las puertas. Resultaba un poco incómodo estar ellos dos solos y que al menos no saludara, aunque sólo fuera por educación.

  • Buenas noches. – Respondió ella al mismo tiempo que sonreía y se sentaba justo enfrente.

Los dos iban mirando el móvil, pero de vez en cuando levantaban la mirada para mirar a la persona que tenían enfrente. Algunas veces, las miradas se cruzaban, y alternativamente uno de los dos no podía evitar sonreír, al menos para sí. Al cabo de un rato, ella le preguntó:

  • ¿Vas muy lejos?
  • Hasta la última parada. Tengo allí el coche para ir a casa. ¿Y tú?

  • También. Justo lo mismo. Es la primera vez que voy a Madrid así, pero como últimamente no se puede siquiera entrar, he probado a ver qué tal. Pero ahora me da un poco de cosa llegar hasta el coche, porque no hay mucha gente.

  • No te preocupes, que estamos los dos con el mismo problema. Si quieres te acompaño hasta tu coche para que te quedes tranquila.
  • ¿De verdad? Pues no sabes cuánto te lo agradezco. Eres muy amable.
  • Bueno, no me cuesta ningún trabajo.

LLegó la última parada y bajaron del tren. Salieron al aparcamiento y distinguieron fácilmente los dos coches solitarios, relativamente cerca el uno del otro.

  • ¿El aquel tu coche? – Preguntó él
  • Pues sí.

  • Pues mira… el otro es el mío, con lo que me pilla de camino. Así no te sentirás tan culpable, aunque ya te digo que es un placer.

Fueron caminando despacio hacia allí. Ambos podían sentir cómo la tensión entre ellos iba aumentando. Se gustaban, pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso. Ella pulsó el botón de la llave y los intermitentes indicaron que acababa de abrirlo. Cuando llegaron al coche de ella, se giró de repente y sus cuerpos chocaron, ella se desequilibró y él acertó a sujetarle por las caderas para que no cayera.

  • Vaya…. está claro que esta noche eres mi salvador…
  • Casualidades de la vida.

Sus caras estaban muy cerca y las manos de él seguían en su cintura. El se inclinó hacia sus labios y ella completó la distancia; hacía rato que ambos deseaban probar los labios del otro. Fué un beso largo, profundo, con lenguas que se cruzaron…. él dudaba qué hacer con sus manos, pero recibió la respuesta cuando sintió que ella acercaba su pelvis hacia su sexo para sentir su erección. Sus manos treparon hacia aquellos pechos que le habían parecido tan apetecibles, desabrochó un par de botones de la blusa y pellizcó ligeramente los pezones que ya se notaban duros, y ella gimió ligeramente.

(Ella)

  • He sentido este deseo desde que te he visto entrar en el tren –  dijo él.
  • Ha sido atracción mutua…algo nos conecta….

No terminé de decirlo cuando volvía a sentir sus labios en los míos, abiertos, con deseo….su lengua se aventuró a jugar en mi interior y fué muy bien recibida. Un escalofrío recorrió mi espalda, desde la nuca hasta mis tobillos, haciendo palpitar mi sexo y lubricando su entrada, preparado para cualquier cosa.

El parking estaba vacío, solo se oían los ruidos del tren en la vía y nuestras respiraciones agitadas por la excitación. No podía parar de besar y de recibir esos besos apasionados. De tocar mis pezones pasó a abrir completamente la mano y manosear mis pechos completamente, con fuerza, parecía asirlos para que no me escapara. Yo gemía de gusto, me encantaban sus grandes manos y su manera de besar. Bajo hasta la cremallera de mis vaqueros y los desabrocho, dejándolos abiertos en mis caderas. Introdujo una mano centrada para ir directamente a sobar mi raja. Con la estrechez del pantalón, nada más intentar entrar ya me dio placer, su dedo índice pasó de delante hacia atrás para introducirlo sin esfuerzo…estaba encharcada…ese desconocido me estaba proporcionando uno de los mejores momentos de los últimos meses. Un momento para recordar…. no quería que parase, no quería que terminara esa sensación.

Cuando se dio cuenta de cómo estaba, me dio la vuelta, me apoyo contra el coche, mientras escuchaba el sonido de su cremallera. Termino de bajar mis pantalones junto con mis bragas hasta las rodillas, apoyó su mano en mi espalda haciendo que me echara hacia adelante y con un brusco movimiento de pelvis ingresó su polla en mi, haciendo que gritara de dolor/placer. Se mantuvo quieto unos segundos, haciendo que mi coño se hiciera a su tamaño y cuando comencé a revolverme para sentirla más adentro comenzó a meter y a sacar con suavidad, alargando el placer. Había soltado mi bolso en el suelo , tirado junto a nosotros, no me importaba nada en esos momentos, solamente recibirlo todo de ese hombre desconocido al que le estaba gritando que siguiera follándome, que me encantaba como lo estaba haciendo. Ni siquiera podía gritar su nombre por qué no lo sabía.

Mi cuerpo se vencía al placer. Sentía el frío del coche bajo mi cuerpo pero mi furor era tal que hasta agradecía ese contacto. Crecía en mí una sensación, nacía de mi ser, de mis entrañas algo que se volvía cada segundo más grande, cada bombeo de aquel desconocido generaba una intensidad de gusto cada vez más y más importante….mi orgasmo, una gran bola de nieve en mi interior arrasó mi yo. Flojearon mis piernas, casi descabalgo de mis tacones por el vaivén pero me sujetaba esa polla bien colocada en mi coño y sus manos en mis caderas. Él seguía follándome con ahínco, quería que su gran bola de placer rodara por su interior, también, y lo consiguió, vaya que si lo consiguió. Me penetraba con todo su deseo, hasta el fondo, cada vez más rápido y yo accedí a mi clítoris con mi mano, masajeándolo, para ofrecerle otro orgasmo mientras él llegaba al suyo, apretándole más y más dentro de mi con la succión de mi sexo.

 

Por 40historias de Sexo

 

 

 

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