Tu llamada dejaba claras las instrucciones, tenía que presentarme en el apartamento a las 7 en punto, con tacones finos y altos, la camiseta blanca ajustada y sin ropa interior.

Cuando llegué, me ordenaste que me desnudara y obedeciendo me desabroche la falda ajustada que me llegaba por encima de las rodillas, ya iba húmeda, excitada por ir por la calle sin ropa interior y cuando cayó la falda al suelo tu mirada se dirigió directamente hacia mi pubis, a mi vello ensortijado, pero no te moviste de donde estabas, continué con la camiseta y quedé desnuda ante ti únicamente calzada con los tacones.

Tu siguiente orden fue que me diera la vuelta y mientras juntabas mis muñecas en mi espalda noté algo duro y frío que las abrazaba, acababas de ponerme unas esposas, y con un movimiento brusco me pusiste de cara a la pared y me ordenaste abrir las piernas.

Te vi dirigirte hacia una mesa donde había una fina fusta de cuero que cogiste y lo siguiente que noté fue un azote en mi culo. La sorpresa inicial unida al dolor que sentí me hizo lanzar un pequeño grito, a ese azote en mi culo le siguieron varios más y unas lagrimas empezaron a rodar por mi mejilla. En ese momento cesaron los azotes y noté cómo la fusta me rozaba el clítoris y acariciaba mis labios, volvía a humedecerme y a gemir, cuando seguiste con otra tanda de azotes. No sabía si mis jadeos eran producidos por el dolor o por el placer que en ese momento sentía, y volviste a pasarme la fusta por mi rajita, introduciéndola en mi vagina. Los gritos volvieron a ser jadeos y el dolor se volvía placer, pero no querías que me corriera, no todavía.

La tortura continuó hasta que abriendo la cremallera de tu pantalón, sacaste tu polla dura, la pasaste por la raja de mi culo, y abrazándome por detrás me susurraste al oído: “Ahora zorrita… córrete ahora, mi princesa zorra…”

Al oírte llamarme así, no pude evitar correrme con un orgasmo intenso y salvaje, y tú al notar mis espasmos te pusiste de rodillas para beberte todos mis jugos, para notar mi corrida en tu boca…

Tras recuperarme un poco, me ordenaste arrodillarme ante ti, aún con las manos esposadas a la espalda, mientras tú te desnudabas lentamente mirándome a los ojos, y con voz ronca me dijiste “Ahora métete mi polla en tu boca… entera… hasta dentro… despacio… zorra…”. Me metí tu polla en la boca hasta dentro y notabas mis arcadas, no podía metérmela entera pero tú, agarrando mi cabeza con las dos manos, me apretabas hacia tu pubis hasta que entró toda. Mi cabeza comenzó un movimiento arriba y abajo, mi lengua lamía tu capullo y mis babas resbalaban por toda la polla haciendo que mi boca se fuera ajustando a tu tamaño.

El movimiento se hizo un poco más rápido a medida que aumentaba tu placer y yo notaba como tu polla palpitaba dentro de mi boca. Sin avisarme te corriste en mi boca, noté tu leche caliente pasar por mi garganta y también salir por mis labios cayéndome por el cuello hacia mi pecho. Estaba llena de tu semen, llena de ti por fuera y, poniéndote de rodillas junto a mi, pasaste tu lengua por mi pecho, saboreaste tu semen y subiendo hasta mi boca nos fundimos en un beso con sabor a ti.”

Fragmento de “Las pasiones ocultas de Jade”, por Laura Soto. Disponoble en Amazon

 

 

 

 

 

 

 

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