Se me había estropeado el coche y lo tuve que dejar en el taller, me dijeron que tardaría una semana y ya iba yo de mala leche a clase, más madrugar y más frío esperando el autobús. Tuve suerte y la primera mañana esperando en la parada y casi camuflada bajo mi bufanda, paró un coche y un vecino me hizo señas para que entrara, ni me lo pensé dos veces… me encanta ir en coche, con la música puesta, con la calefacción encendida y de puerta a puerta… joder que comodona soy… ainnnsss.

Jorge es un tipo majísimo, está separado desde hace poco y ha vuelto a casa de sus padres, antes le había tratado muy poco, porque estando casado era un poco arisco y seco, pero desde su separación estaba de lo más amable y cuando coincidíamos me saludaba con bromas y metiéndose conmigo con mucha guasa.

Tras preguntarme hacia donde iba, me dijo que me llevaba, que le pillaba de camino. Me monté y empezamos a charlar, le conté lo que le ocurría a mi coche, y él se ofreció a llevarme y a traerme todos los días, porque coincidíamos en horarios y recorrido.

Aquel primer día noté unas miradas tan cálidas por su parte que hacían que notara unas cosquillas por dentro y mis braguitas se humedecieran.

Cuando pasó a recogerme a mediodía me invitó a comer, acepté y me llevó al restaurante de un hotel que nos pillaba de camino a casa, yo lo había visto desde fuera centenares de veces… pero nunca había entrado, era acogedor y se comía francamente bien. Durante todo el rato, Jorge no paraba de gastarme bromas, de insinuarse y le daba a la palabra “comida” un doble sentido que me hacía desear un “algo” más, estaba excitada… caliente… lubricada y deseando besarle en esos labios que atraían mi mirada una y otra vez.

En los postres él se acercó a mi oído y me susurro: “Me quedan ganas para una comidita más a fondo… ¿y a ti?” Debió leer la respuesta en mis ojos y en mi sonrisa y en mi lengua cuando me relamí los labios.
Pagó la cuenta y fuimos a recepción, donde pidió una habitación doble, entramos en el ascensor y en ese momento cogió mi cara entre sus manos besándome en los labios primero e introduciendo su lengua después. Fue un beso intenso que provocó mis primeros jadeos.

Abrió la puerta de la habitación, pasamos y tras cerrar la puerta nuestras manos comenzaron a acariciarnos mutuamente mientras nuestras bocas intentaban saciar la sed que teníamos el uno del otro. Nos desnudamos con prisas y caímos en la cama en un revuelo de brazos, piernas, bocas y lenguas.

Su boca bajaba por mi cuello dejando un reguero de fuego, llegando a mi pecho… Lamiendo un pezón que se puso duro al contacto con su lengua. Mi espalda se arqueaba pidiendo más y él prestó atención al otro pezón metiéndolo en la boca y succionándolo, yo jadeaba y ponía mis manos sobre su cabeza guiándola hacia más abajo… hacia mi sexo que palpitaba y reclamaba la atención de esa lengua. Él no se hizo de rogar y pasó la lengua por mi rajita ya lubricada y se aproximaba al clítoris, volvía a bajar y la metía hasta dentro, notaba como me estremecía cada vez que metía y sacaba su lengua de dentro de mí. Mi pelvis subía y bajaba con un ritmo frenético, mientras con mis dedos comencé a frotarme el clítoris a la misma velocidad. Mis jadeos se convirtieron en gritos cuando me llegó el orgasmo, su boca bebió mis fluidos y mis caderas se convulsionaron durante un momento más hasta que mi respiración se hizo más regular.

Jorge sacó su cabeza de mi sexo y subiendo por encima de mí, me besó de nuevo. Yo lamía sus labios que tenían el rico sabor de mi corrida, pasé mis brazos por su nuca y bajándolas hacia su espalda, le empujé levemente hasta ponerme yo sobre él, yo seguía con hambre y ahora era yo la que quería “comer”.

Levanté sus brazos por encima de su cabeza, y mis labios dejaban besos a todo lo largo de sus brazos, pasaban por su axila y mi lengua acariciaba su vello y aspiraba su olor, mezcla de Hugo… sudor y… sexo. Continué mi recorrido y lamí un pezón hasta notarlo duro y lo mordí ligeramente, arrancándole gemidos pasando al otro, rodeándolo con la punta de la lengua. Seguí bajando hacia su ombligo, lo lamí y Jorge arqueaba su espalda pidiendo que mi boca atendiera su glande, pero yo bajando por sus caderas, me dirigí hacia sus piernas, sus muslos y por fin le hice todos los honores. Él puso sus manos sobre mi cabeza y retiró mi pelo para mirarnos a los ojos, mientras mi lengua recorría toda la base, desapareciendo en el interior de mi boca lentamente, mi cabeza subía y bajaba y notaba como crecía y palpitaba cada vez más.

Yo seguía excitada y decidí montarlo disfrutando los dos a la vez, de manera que sacándomela de la boca, e incorporándome sobre él me puse con mis rodillas a ambos lados de su cuerpo y bajando despacio me fui empalando poco a poco. Yo subía y bajaba y me movía en círculos mientras su mano frotaba mi clítoris con avidez haciendo que los dos nos corriéramos casi a la vez mientras yo dejaba escapar pequeños gritos de placer , cayendo sobre su pecho aún montada sobre él, hasta que nuestras respiraciones volvieron a su ritmo normal.”

Fragmento de “Las pasiones ocultas de Jade” por Laura Soto. Disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

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