Después del éxito de la I edición de nuestro Concurso de Relatos Eróticos en 2021, quedó claro que a los y las espoñal@s les gusta fantasear, les gusta escribir y les gusta leer erotismo. ¡Por lo que una segunda edición del concurso era inevitable! Y más teniendo en cuenta que no existe otro concurso igual en todo el país.

Esta vez fué junto a las revistas Diez Minutos, con la que ya colaboramos el año pasado, y Cosmopolitan, y se adelantó a la primavera. El concurso estuvo abierto desde mediades de abril hasta finales de mayo, periodo durante el que recibimos ¡cerca de 150 relatos! más del doble que en la I edición.

El jurado, integrado por responsables de Gleeden, la periodista Silvia C. Carpallo, la escritora Mimmi Kass y la redacción de Diez Minutos lo tuvo difícil, el nivel era alto y costó decidir el ganador y la finalista. Finalmente, el ganador fué Bombón de chocolate blanco con su relato «Armando y yo», y la finalista el relato de Alma Noir, “Dos mejor que uno…”

El ganador, además de ver publicado su relato en ambas cabeceras, se ha llevado un kit de libros eróticos de la escritora Julie Kenner (Ed. Grijalbo), una suscripción digital anual a Diez Minutos y el premio de una escapada de fin de semana en un hotel de ensueño para disfutar de esas fantasías.

¡Muchas gracias y enhorabuena a todos los participantes y en especial a los ganadores!

¡Nos vemos el año que viene!

 

Armando y yo.
Por Bombón-de-chocolate-blanco.

Año 2069, Ciudad metropolitana de Torrelodones.

Un día más de trabajo, un día más de llamadas interminables, de horas y horas sentada en la silla de mi despacho, dándole la forma de mi generoso culo.
Mi cuerpo y mi mente pedían a gritos el confortable abrazo del hogar.

Llegaba cansada del trabajo, con los pies doloridos y las piernas hinchadas. No me gustaban mis piernas. Era lo que menos me gustaba de mi anatomía. Siempre fui rellenita, curvy como dicen ahora o jamona como decían antes. Mis caderas rotundas, mi pecho abundante, mi mirada cautivadora, sabía que eran mis mejores armas. Yo no era gorda, eso lo tenía claro. Era una mujer con curvas, la talla no define a una mujer. No tenía complejos y sabía perfectamente que yo tenía mi público. Siempre he sido una mujer atractiva, de armas tomar, y puestos a ello, lo que quería lo tomaba.
– Armando, ya estoy aquí – dije al entrar en casa, anunciando mi llegada.

Armando apareció por la puerta de la cocina, mostrando su encantadora sonrisa, su dentadura perfecta, los brazos torneados, fuertes y poderosos, sus pectorales marcados bajo la camiseta ajustada, sus proporciones helenísticas. Todo en él denotaba perfección. La primera vez que lo vi sabía que tenía que ser mío, y lo que quiero lo tomo.

– Hola, amor – dijo sin perder la sonrisa – te estaba esperando, ya tengo la casa aspirada, limpia y ordenada y he preparado alguno de tus platos preferidos, Arroz bomba caldoso con Laccaria Amethystina-Laccaria, aromatizada con tuber aestivum y pulpo a la plancha de primero, y Empanada de bacalao con Hydnum Repandum-Hydnum Gigante de Bejín con yemas de uva pasa a la esencia de azafrán, de segundo.

– Mmm, delicioso Armando, casi tan delicioso como tú – Una sonrisilla nerviosa se me escapó, recordando todas las habilidades amatorias de Armando, incluso mejores que las culinarias.

– Veo que tus hermosas piernas están hinchadas – Armando sólo veía belleza en mí, me encantaban sus halagos, porque sabía que eran inocentes y sinceros – ¿Te apetece que te dé un masaje en los pies, cielo?

– Claro Armando, espera que me ponga más cómoda.

Me desnudé y me puse esa bata de seda que tanto me gusta, sin nada más debajo, quería que hacer sufrir a Armando, me sentía traviesa y quería jugar. Me tendí en el chaise longue dispuesta a que mi chico favorito hiciese su magia conmigo.

Armando se arrodilló a mi lado y comenzó a masajear mis pequeños pies, sin perder su sonrisa.
– Ohhh Armando, que gussssto. Simplemente maravilloso. Tú sí que sabes cuidar de mí.
– Tu placer es mi placer, cari, ya lo sabes.
– Lo sé Armando, lo sé, y me encanta. Me haces muy feliz.

Su delicado masaje me estaba llevando a otro nivel, los acariciaba de forma lenta y suave, pero firme a la vez, haciendo rotaciones en puntos clave, y siguiendo líneas imaginarias desde la punta del pie hasta el tobillo, leyendo cada una de mis reacciones.
– Mmm, Armando…

Armando continuó con su masaje cada vez más arriba, ganando cada vez más terreno y adentrándose en zonas cada vez más sensibles. Me notaba cada vez más húmeda y receptiva a esas caricias, separé ligeramente mis piernas facilitando la maniobra de acercamiento de Armando, me abandoné al disfrute y arqueando mi espalda dejé escapar un gemido de placer al notar sus dedos acariciando mi vulva y estimulando mi clítoris. Era un maestro masturbándome con sus dedos de pianista. Mordí mis labios y noté que alargaba sus manos que pellizcaban mis pezones. Mis gemidos fueron en aumento y cuando Armando acerco sus labios carnosos a mi sexo, fue apoteósico… su lengua era maravillosa, jugaba con cada uno de los pliegues de mis labios mayores y menores y la movía cambiando los ritmos acompasándose a mis reacciones. Succionaba, lamía, mordisqueaba levemente… Yo movía mis caderas, llevada por el desenfreno que me provocaban sus estímulos y como no podría ser de otra manera acabé corriéndome en un derroche de expresividad sonora… Era el primero de mis orgasmos, pero yo seguía ansiosa de Armando, y no os lo había contado, pero soy multiorgásmica; es como un superpoder que tenemos algunas mujeres, envidiado por todos los hombres. Superwoman al ataque… a por el segundo…

Comencé a desnudar a Armando y me deleité recorriendo su hermoso cuerpo… Armando era mi juguete… mmm, su pecho depilado, de músculos definidos y piel suave al tacto, sus abdominales marcados… esto sí que era una tableta de chocolate y no la del anuncio. Su poderoso miembro viril… Otra cosa que me gustaba de Armando era que siempre estaba dispuesto, así que sin más preámbulos me monté en él y cabalgué con todas mis ganas hasta saciar mi apetito. Armando amasaba mis tetas y su lasciva lengua lamía sus labios provocadoramente, invitándome al beso. Comí su boca y me corrí por segunda vez salvajemente… quedando mi cuerpo desmadejado sobre él.
– Pi-pi-pi-pi-pi-… – La batería de Armando comenzó a sonar.
– Vaya, Armando, me has durado por los pelos. Hala, vete a tu armario, que después tienes que recoger los platos de la cena.
– Sí corazón – Dijo Armando mientras se dirigía a su estación de carga.
– Mañana repetimos – Le dije guiñando un ojo.
– Claro preciosa.

Cuando el conocido fabricante de aspiradores se unió con los promotores del robot de cocina más famoso y con los responsables del succionador de clítoris líder del mercado, el resultado de todos esos años de investigación fue el desarrollo conjunto de su nuevo producto Armando 3000, versión mejorada del Empotreitor 2500.
Sin duda, Armando había sido mi mejor compra en años. Después de cenar, me iría a dormir, mañana sería un nuevo día, y Armando no se pagaba solo, todavía me quedaban 20 años de cuotas por pagar, y la factura eléctrica, ¡2 millones de yuanes este mes y subiendo! Nada es perfecto, pero Armando era… casi perfecto, y además ¡me producía tantas satisfacciones!