El día del cumpleaños de Carlos, le pregunté que quería de regalo.

—Nada, no quiero que te gastes nada de dinero.

—Ok pues pasamos un día juntos y te invito a comer.

—Eso sí… a eso sí que me apunto.

—Pues elige tu el día, la hora y el sitio.

—Sobre todo fuera de Madrid, ¿te gustó El Latigazo la última vez que estuvimos allí?

—Claro… mucho.

—Ok, quedamos a las 12 y nos tomamos el aperitivo.

Como salí pronto de casa, me paré en unos grandes almacenes para buscarme una blusita que me gustara, no vi nada de mi agrado salvo un conjunto de lencería en negro con unas rayitas rosas, mezcla de inocencia y sensualidad (ummm). No lo compré porque no me apetecía nada desnudarme para probármelo, pero creo que volveré otro día a comprar el conjuntito… aún así llegué pronto al lugar donde habíamos quedado, le di un toque al móvil y me puse música de Jennifer López muy alta mientras le esperaba.

Poco después se acercó a mi coche alguien montado en moto, era él, ummm, que sorpresa, lo primero que se me pasó por la cabeza fue lo que me gustaría que “me montara en la moto” (que no se me olvide decírselo durante la comida jajaja). Le seguí y al llegar al restaurante vimos que estaba cerrado y decidimos esperar un poco.

Me bajé del coche y fui hacia él, puse mis manos sobre su pecho, las suyas las pasó por mi cintura y juntamos nuestros labios dulcemente, ummm… Sus besos saben ricos y siento como si quisiera más, como si me quedara con ganas de más besos y de algo más.

El restaurante está en las afueras de una urbanización y a continuación hay campo y tras el beso prolongado, nos separamos un poco cuando oímos un ruido cerca de nosotros, eran unos jinetes a caballo que pasaban por allí, pero tras su marcha reanudamos nuestro abrazo, nuestras caricias y el beso se hizo más pasional y lujurioso.

Su lengua hurgaba en el interior de mi boca saciando mi sed, mientras sus manos se metían entre mi ropa. Mi lenguadisfrutaba de su sabor a la vez que mordisqueaba sus labios, mis manos las pasé alrededor de su cuello y de mi boca escapaban pequeños gemidos ahogados por la suya. Sus manos recorrían mi espalda y sin separar nuestros labios
me susurró: “¿tengo muy frías las manos?”, “ni se te ocurra retirarlas”. Una mano la metió por dentro de mis pantalones
(putas medias… se va a creer que mis braguitas son de cuello de cisne, pensé yo) acariciando mi culo por debajo de la ropa y recorriendo con su dedo mi agujero, mientras la otra iba a mi sexo por encima del pantalón y me susurraba “¿quieres que siga o prefieres que pare?”, “ummm, sigue… no pares…”, le respondí, bajando mi mano hacia el bulto que sobresalía en su pantalón y me indicaba que estaba tan excitado como yo y frotando durante un momento su polla dura por encima del pantalón.

Nuestras bocas se retiraban lo suficiente para tomar aire dejando un reguero de besos pequeños en las comisuras para, a continuación, volver a meter nuestras lenguas nuevamente. Metió la otra mano por la parte delantera de mi pantalón por dentro también de la ropa y en un momento me estaba masturbando por delante y por detrás a la vez sin separar su boca de la mía y todo eso de pie, en la calle, resguardados por nuestra ropa de abrigo, en los aparcamientos del restaurante por donde no había nadie… joderr.

Yo estaba a cien, me tenía excitada, caliente, mojada, al borde del orgasmo… me concentraba solo en mis gemidos que él absorbía, en lo que me estaba haciendo sentir, en beber de su boca, en notar su mano frotando mi clítoris y la otra frotando mi ano y en devolverle a él todo el placer que me estaba haciendo sentir a mi… Pero después … ahora no podía, porque me temblaban las piernas allí, de pie y solo podía agarrarme a su cuello para sujetarme y dejarme llevar en un orgasmo intenso e intentar no gritar.

Mientras notábamos mis contracciones, ninguno de los dos nos movimos, solo los besos que nos dábamos, ahoratiernos y dulces y le dije que me temblaban las piernas, nos sentamos en mi coche y creo que fue ese el momento en elque perdimos el erotismo, había dejado pasar la magia y ya no le devolví el placer que yo había recibido (joderrr y eso
que era su regalo de cumpleaños)quizás sea una buena excusa para volver a quedar pronto.

Quiero que se corra en mi boca, quiero sentirme llena de él y notar su lengua lamiendo mi sexo, quiero que la próxima vez que quedemos me lleve a un hotel a donde lleguemos a las 12 de la mañana y podamos disfrutar de muchas horas juntos en la cama, follándonos y acariciándonos y lamiéndonos y abrazándonos.

Terminamos comiendo en Majadahonda, en el restaurante Jiménez, una antigua estación de ferrocarril, su conversación y su compañía me subyuga y de vuelta a casa iba pensando que la mesa tenía tapadas las patas, le colgaban unas faldillas y que había desaprovechado la ocasión de descalzarme y frotarle su pene con mi pie por debajo de la mesa, rodeados de gente, mientras comíamos disimulando los dos jajaja, tenemos que volver a ese restaurante… solo espero que nos volvamos a ver pronto.

 

De «Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

 

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