Dos bocas insaciables –

Me dirigí hacia el restaurante donde habíamos quedado, me ibas a invitar a comer en un restaurante chino que tú conocías, de mucha categoría y muy elegante. En una conversación anterior que habíamos tenido te reíste de mí cuando te dije que me gustaba la comida china y me dijiste que lo que yo conocía eran los “chinorris”, ¿recuerdas? Lo que nos pudimos reír los dos, y tenías razón, me encantó el sitio que habías elegido junto a la Plaza de Castilla, El Pato Laqueado. ¡Cuántas cosas nos contamos durante la comida, y cómo me sacabas información sobre mi vida íntima que no tenía intención de contarte, claro que tú no te quedaste corto hablándome de ti. La conversación duró toda la comida ycuando ya habíamos alargado demasiado la sobremesa yvimos malas caras en los señores chinos (estos tenían muchacategoría, jajaja) decidimos trasladar nuestro cuartelgeneral a la terracita que había justo al lado del restaurante, donde por supuesto, continuamos contándonos cosas. Pasé una tarde genial, con un conversador maravilloso y una gran compañía.

Según avanzaba la tarde, yo cada vez te miraba más intensamente. Sentía unas cosquillas en el estómago que no podían ser de la comida, de hecho, y cada vez con más insistencia, notaba unas ganas tremendas de besarte, de tocarte la cara, de cogerte de las manos y de que me pidieras que te acompañara a algún sitio, pero a la vez una vocecita en mi interior me pedía cautela, estábamos en la calle y en cualquier momento podría pasar alguien que nos reconociese a cualquiera de los dos.

En el momento de la despedida y de pie en aquella esquina, te acercaste a mí y, pasando tu mano por mi espalda, me besaste en los labios varias veces … Yo sentí un temblor que me recorrió de arriba abajo, no sé si por el temor a que alguien nos viera o por lo mucho que me gustaron aquellos besos tan suaves. Sentía que quería más y además los quería más profundos, más húmedos, que era como yo estaba en ese momento … pero nos separamos y cada uno se dirigió hacia su coche, eso sí, tú me llevarías hasta la salida de la autopista, porque yo no la conocía, y mientras te seguía en mi coche iba pensando que me moría por sentir tus besos.

Cuando llegamos a la entrada de la autopista, te pegaste a la acera, yo hice lo mismo y vi como te bajabas del coche y te dirigías a la ventanilla del mío y metiendo tu cabeza en mi coche me besaste directamente, sin mediar palabra, beso que yo te devolví con ansia. Tu lengua dentro de mi boca, la mía le salía al encuentro, nuestra saliva se mezclaba, mi mano se dirigió a tu cuello y acariciaba tu pelo rizado, tu mano la sentí sobre mi cara y tus dedos acariciaban mi mejilla… en un momento determinado, apartaste tu boca de la mía el tiempo suficiente para preguntarme “¿quieres que pasemos la noche juntos?” … No sé cómo ni porque, pero mi contestación fue “no” a pesar de las ganas que tenía de estar entre tus brazos, volviste a preguntar: “¿estas segura?” y tras contestarte que sí, decidiste no insistir más y volver a besarme largamente… ummm, qué besos, me sabían ricos, húmedos, y tu lengua confirmaba lo juguetona que sabía ser y la de cosas que me podría hacer si me decidiera.

Nos apartamos con desgana y tras despedirnos una vez más te encaminaste hacia tu coche y nos separamos sin
concretar un posible nuevo encuentro.

Pero lo habría… y no tardando mucho.

A la mañana siguiente, empezamos a hablar desde muy temprano y notábamos que los dos queríamos que pasara algo entre nosotros.

No recuerdo quien lo propuso, ni recuerdo las palabras exactas, solo recuerdo que de repente estábamos buscando un hotel por internet que nos pillara cerca a los dos. Nos decidimos por uno y quedamos en encontrarnos allí a media mañana.

Mientras subíamos en el ascensor no parábamos de hablar, estábamos nerviosos. Entramos en la habitación y tras cerrar la puerta, nos abrazamos y nos besamos directamente. Esos besos que recordábamos de la noche anterior por fin eran profundos, intensos, buscábamos saciarnos yo bebía de ti y tú de mí. Mientras tus manos acariciaban mi cuerpo, aprovechabas para quitarme la ropa, yo hacia lo mismo contigo, los dos teníamos prisa en saborearnos, en disfrutarnos y sobre todo en hacer disfrutar al otro.

Sin previo aviso me tumbaste en la cama y tras acariciarme un poco y rozar mis pezones con tu lengua, bajaste por mi cuerpo hasta meter tu cabeza entre mis piernas. Sentía tu lengua rozar mi rajita, yo estaba húmeda y tu saliva se mezclaba con mis jugos. La notaba rozar mi clítoris, entrar en mi vagina, volver a subir por la raja y llegar hasta mi botón, del que te apoderabas, lo endurecías chupándolo, succionándolo …  y mientras tu lengua me hacia disfrutar, me metías un dedo en mi vagina que entraba y salía, primero despacio, para ir aumentando en velocidad. Me sentía al borde del orgasmo y tú lo notabas por los gritos que estaba dando, entonces dirigí mi mano hacia mi sexo y acelerando los movimientos de mis dedos sobre mi clítoris, llegué al orgasmo avisándote y tu boca bebió insaciable de mí. Todavía sentía los espasmos y tú soplabas suavemente sobre mis rizos y seguías pasando tu lengua sobre mí sin dejar que me recuperara. Yo creía que no podría seguir, pero cuando volviste a follarme con tu lengua, volví a sentir la pasión nuevamente, quería más y tú querías dármelo, querías que disfrutara y que gozara. Me pediste que me pusiera a cuatro patas y continuaste sin parar, tu lengua sobre mi clítoris, los dedos de una mano dentro de mi vagina y un dedo de la otra se abría paso dentro de mi ano. Yo solo podía agarrarme a las sabanas, mover la pelvis cada vez más deprisa y gemir cada vez más fuerte, porque cuando llegó el segundo orgasmo, fue tan intenso y tan fuerte que no podía ni respirar y solo acerté a decirte que me había quedado hasta sin saliva.

Nos tumbamos abrazados sobre la cama mientras yo recuperaba el aliento y mi respiración volvía a su ritmo normal. Nos dábamos besos suaves y mi mano acariciaba tu pecho, bajaba hasta tu ombligo y agarraba tu polla erguida. Entonces mi boca abandonó la tuya y ,poniéndome entre tus piernas me metí tu pene hasta el fondo. Tú me pediste que lo hiciera lentamente y así lo hice. Mi boca subía y bajaba despacio haciendo que entrara hasta el fondo. Notaba tu capullo rozar mi garganta y provocaba arcadas en mí, haciendo que mis babas resbalaran por todo lo largo de tu vara. Tras un dulce momento en el que mirándote a los ojos te veía gozar, me dijiste que te ibas a poner de pie, porque querías verme masturbarme a la vez que te la mamaba a ti.

Me excitó sobremanera tu propuesta y me resultaba un poco difícil concentrarme, porque contigo llevaba un ritmo lento casi sin mover mi cabeza y con una mano sujetando la base de tu polla… mientras la otra mano la utilizaba para masturbarme sobre mi clítoris con un ritmo cada vez más rápido.

En un momento dado me dijiste que te corrías y doblándote en dos y entre grandes gemidos de placer, derramaste tu semen dentro de mi boca, justo a la vez que a mí me sobrevenía un nuevo orgasmo.

Fue tan maravilloso corrernos los dos a la vez en una gran masturbación, habíamos disfrutado tanto los dos… que realmente no echamos de menos una penetración, no fue necesaria en ese encuentro, aunque sí la disfrutaríamos otro día…

 

«Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto, disponible en Amazon