Una visita sorpresa

Era una mañana cualquiera de un día cualquiera de cualquier primavera… Vero comenzaba a desperezarse; le encantaba el tacto de las sábanas en su piel. Nunca le había gustado dormir con pijamas, camisones o algo parecido. Mientras estaba en ese duermevela, el teléfono rompió la armonía con su musiquilla estridente… «Dale alegría a tu cuerpo Macarena, que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas»… al descolgar escuchó su voz y sintió un agradable sobresalto. Era Jorge, un chico con el que había pasado un rato muy agradable hacía algún tiempo ya, pero al que no había podido ni querido olvidar; tenía una voz grave, profunda y sensual que envolvía en erotismo cada palabra que pronunciaba.

– Hola Vero… ¡cuánto tiempo! Espero que aún sepas quién soy.

– Me acuerdo, pero no por nada en especial (mintió) sino porque tengo tu número grabado. ¿A qué debo el placer de esta llamada?

– Pues… casualmente estoy cerca de tu casa… y no te imaginas cuánto me apetece un café de esos que sabes hacer; ¿me invitarías?

– No podría negarme… ¿tardarás mucho?

– Lo que tarde en subir porque dentro de un segundo escucharás el timbre de tu puerta.

– Pero serás….

No le dio tiempo a terminar la frase cuando sonó la puerta de casa… Jorge no le había engañado y había conseguido excitarla sólo con escuchar el sonido del timbre. A toda prisa se puso el camisón blanco que tenía encima de la silla a los pies de la cama y se miró en el espejo del armario. Ese camisón que llegaba por mitad del muslo y que había comprado en las rebajas le sentaba de maravilla, pensó. Se dirigió hacia la puerta y abrió. Allí estaba Jorge, tan atractivo como lo recordaba y con una sonrisa pícara que le hizo entender que el café era una simple excusa para tomar algo más. Le hizo entender sin hablar que pasara y se dirigió a la cocina. Jorge cerró la puerta tras de sí y la siguió observando detenidamente su cuerpo.

– Tienes que saber que me has hecho levantarme de la cama – le dijo mientras entraba en la cocina.

– Bueno… no era mi intención que te levantaras.

– ¿Un café sólo, si no recuerdo mal?

– Recuerdas bien – le dijo mientras se acercó para darle un beso. Posó sus manos sobre sus caderas y Vero cayó en la cuenta de que con las prisas había olvidado ponerse el tanga que estaba debajo del camisón, pero ya era un poco tarde para arrepentirse de eso. Sintió los labios de Jorge posarse sobre los suyos, cerró los ojos y se dejó llevar hacia el mundo de la pasión arrastrada por esos labios carnosos que saboreaban su boca… se dejó abrazar por Jorge y sus cuerpos se pegaron, tanto que pudo sentir cómo palpitaba su entrepierna, cómo crecía la pasión de aquel hombre que había aparecido por sorpresa. Actuó sin pensarlo, por sorpresa como había llegado él. Desabrochó su cinturón y sus pantalones que cayeron al suelo, se arrodilló frente a aquel hombre y mordisqueó su miembro a través de sus bóxer… empujó su cuerpo hacia atrás e hizo que se apoyara en la mesa mientras terminaba de dejar al descubierto el sexo duro, húmedo y apetecible de Jorge. Introdujo la punta en su boca; quería saborearlo y sintió cómo la respiración de él cambiaba. Sus labios y su lengua jugaron con su glande, y sus manos lo apretaban. Vero podía sentir que Jorge estaba muy excitado… podía saborearlo… Decidió ir un paso más allá y se lo fue introduciendo muy despacio en la boca, apretando con sus labios mientras su mano lo acariciaba. Sacó su boca y empezó a lamerlo de arriba a abajo. En la respiración de Jorge se hizo evidente que no iba a aguantar mucho más; el café estaba siendo más cargado de lo que inicialmente él había previsto. Vero lo intuyó y decidió aplicarse a fondo con aquella polla… la sujetó con su mano derecha y su lengua y sus labios volvieron a entretenerse con su glande, cada vez más deprisa. Sintió cómo el cuerpo de Jorge temblaba al mismo tiempo que jadeaba y un líquido cálido llenaba su boca. Siguió así un rato hasta que notó como su miembro quedaba limpio.

Se levantó y pudo sentir su vulva estaba totalmente húmeda…. pero quiso disimular y sin decir una palabra le sonrió y se dirigió al baño. Mientras iba de camino, miró hacia atrás y le dijo: «Ahí tienes el café. Sírvete a tu gusto»

 

Por Xicotaytantos

 

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