Todos hemos escuchado alguna vez los chistes del butanero, fontanero, electricista… etc. Pues bien, a veces ocurren de verdad. De repente una mañana te levantas y la luz no funciona en casa, todo parece estar bien, pero no hay luz, ¿qué haces? Pues piensas a ver a quién conoces que te pueda solucionar el problema hasta que venga un técnico.

Y yo me acordé que había un chico electricista que conozco desde que tenía 5 o 6 años. Por aquel entonces yo tenía 18 y trabajaba cerca de su casa y le veía jugando por ahí. El caso es que como vecinos de siempre mantenemos una amistad. Él muy dispuesto vino enseguida, no sé qué tocó o lo que hizo pero el caso es que volvía a tener luz, y encima no me quiso cobrar nada, así es que le dije que quedaba pendiente una invitación a una cervecita. Para ser sincera he de decir que el chico está más bueno que el pan y tiene a la totalidad de las niñas tras él.

Los días transcurrían y me mandaba mensajes preguntando si todo funcionaba bien, si había algún problema y las conversaciones se fueron haciendo más fluidas y más divertidas. Le aconsejaba sobre mujeres, aunque creo que no le iba mal jajjaja. La cosa fue que una noche me dijo que se pasaba a tomar la cerve que teníamos pendiente, inocente de mí, le dije que quedábamos en el bar pero me dijo que no sabía la hora exacta que terminaba de trabajar y que se pasaba por casa. Bueno, pues me quedé en casa esperando, arreglando todo y quitando trastos del salón.

El caso es que se hizo tarde y ya pensé que no venía y me acosté. Cuál fue mi sorpresa cuando a las 2 de la mañana sonó el timbre. Pegué un bote de la cama sobresaltada y fui a abrir corriendo tal y como estaba que era con una camiseta vieja. Allí estaba él, algo contentillo porque venía de una cena, le regañé por el susto pero no me dejó continuar hablando. Me cerró la boca con un morreo que me desmontó por completo, pensé rápidamente si era o no correcto dejarle continuar, pero cuando metió su mano debajo de mis braguitas, ya no puede pensar más y me dejé llevar.

En segundos estaba desnudo en mi sillón besándome por todo el cuerpo y acariciándome como si no hubiera mañana. Le dejé que siguiera excitándose un rato, lamiendo mis pechos y jugando con mi clítoris. Cuando noté que su pene estaba erecto y duro, le arrastré hasta mi cama dejando que viera como movía el culo delante de él por el pasillo y acariciando su polla erecta mientras andábamos. Le tumbé en la cama y cogí la durísima erección entre las manos, pase mi lengua por la punta mientras lo acariciaba, deslicé mi mano hacia su ano masajeando su punto G y volviéndolo loco de placer. Al meterme su polla en la boca, le miré y vi tal excitación en sus ojos, que noté cómo me humedecía aún más. Le chupé la polla hasta que casi llegó a correrse, era el momento de tomar aire, poner el preservativo y montarse  sobre él.

Entró en mi con suaves movimientos de cadera, no quería correrse aún, quería hacerme disfrutar al máximo. De pronto paraba y sonreía, tomaba aliento y comenzaba de nuevo a moverse, eso me volvía loca, me llevaba al límite, tanto que una de esas veces me llegó un orgasmo tremendo, al estremecerme de placer, mis músculos vaginales se cerraron sobre su polla llevándolo a él a un orgasmo sonoro, estremecedor y pleno, creo que fue eso lo que me excitó de nuevo y volví a correrme, me sorprendió tanto que creo que lo notó y sonrió sintiéndose importante, victorioso y lo que le dio la idea de seguir.

Me tumbó boca arriba y comenzó comiéndome la boca, ¡¡qué besos joder!! La excitación no bajaba, pero él sí comenzó a hacerlo, primero por mi cuello, despacio, besitos cortos, el pecho, la tripa, las caderas, la parte interior de mis muslos, que aún seguían empapados de placer, cuando puso su lengua en mi coño mojado y succionó el clítoris volvió a recorrerme una oleada de placer con el tercer orgasmo. No podía más y así se lo dije. Se tumbó junto a mi mirándome con ternura y dejando un beso sobre mis labios, yo necesitaba reponer líquido y fui a por agua.

Al volver le vi tumbado en la cama observando todos mis movimientos y con cara de incredulidad. Hablamos un rato a la vez que nos acariciábamos. Tenía un cuerpo de revista con los músculos marcados  por la juventud y el gimnasio, así es que me recreé en cada uno de ellos. De vez en cuando me sujetaba la cara y me besaba con pasión, estuvimos casi una hora acariciándonos y conversando. Esta parte parece sin importancia, pero tiene más de la que queremos darle. El buen sexo es algo estupendo pero el saber que gustas y que despiertas ternura es algo importante para la autoestima, que a mi ese día me subió a niveles insospechables. Que te confiesen que has sido la causa de sus primeras pajas, que desde que es niño te ha deseado y que para él esto ha sido cumplir un sueño, pues bueno, creo que no hace falta decir que fue el colofón a una noche estupenda.

Ese encuentro con aquel Dios Griego de treinta, me sirvió para convencerme de que era una mujer que gustaba, que despertaba morbo en los hombres y que pensaba seguir aprovechándome de este nuevo descubrimiento para mi propio disfrute jejejeje.

Seguimos siendo amigos, como antes de ese improvisado y estupendo encuentro, del que no hemos vuelto a hablar, ni a repetir, pero cada día le doy gracias silenciosas por ello, porque me abrió las puertas de mi verdadero yo y volví a confiar en mi misma.

Por rebeca40historias

 

 

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