«Hace un tiempo que no hemos coincidido físicamente desde nuestro furtivo y caliente encuentro en un hotel de Sevilla en el que desgastamos las sábanas hasta que mis fuerzas dijeron basta. Un tiempo en el que nuestra relación ha ido evolucionando según hemos ido hablando por teléfono, las conversaciones escritas… las confidencias de uno y otro… Hace unos días me dijo Estefanía que no había vuelto a saber nada de su amante-amo, con el que iba evolucionando hacia el mundo BDSM, aunque siempre había dicho que creía que ella era demasiado para él y que le imponía, y que por eso no terminaba de atreverse con cosas más llamativas. Por esa misma época publicó en su blog una historia de una conocida suya sumisa que la verdad me provocó bastante, y cuando hablamos le dije que si a ella le apetecía yo podía intentar algo así; puedo llegar a tener un lado perverso, siempre juguetón, aunque hay cosas del ese mundo que no comparto, pero dejarnos llevar y dar ciertas órdenes sí que puedo hacerlo.

Tengo que reconocer que el juego cada vez me seduce más. No voy a llegar a ser un amo de verdad, pero me divierto con las situaciones que hacemos que surjan, que en el fondo es de lo que se trata. Desde entonces soy su “amito” y cada vez pienso en cosas más “locas”. Aún tiene pendientes ciertas obligaciones, pero ya tendremos tiempo de ir cerrando situaciones según pasen los meses.

Hoy es el día del cumpleaños de Estefanía, y dado que la semana pasada se nos chafó el plan de recorrer todas las habitaciones de su casa, qué menos que invitarle a comer. La noche anterior le ordené que durmiera toda la noche con su colita puesta en el culo para que ya se despertara pensando en mí, pero tenía prohibido cualquier tipo de tocamiento que le llevara a un orgasmo antes de vernos. Quería que cuando llegara ese momento estuviera muy, muy, muy caliente. Como suele ser habitual, cuando yo llegué ella ya estaba allí; está claro que su agenda siempre está mejor organizada que la mía. Entré en el local y estaba sentada en una esquina, a la derecha, en una mesa. Me senté frente a ella para poder mirarle a los ojos, y pedimos unas cervezas y algo de picar para comer. Brindamos, como no podía ser de otra manera, por su feliz cumpleaños y como siempre que estamos juntos hablamos de cosas normales, hasta que fue apareciendo el tema del “amito”…

¿Me has obedecido?

Me ha costado mucho, pero sí; no me he vuelto a tocar desde anoche y he dormido con la colita puesta

Perfecto. Y supongo que ahora mismo tendrás tus bragas mojadas

Empapadas, más bien… desde esta mañana

Dicho esto sonreí y la miré fijamente a los ojos, y noté que se sonrojaba ligeramente, su cuerpo se tensaba y decía en voz muy baja… “no me lo puedo creer, me voy a correr sólo con mirarte a los ojos”. Y efectivamente, lo hizo. Por un momento creía que estaba viviendo la escena de Cuando Harry encontró a Sally, pero no… Estefanía estaba teniendo un orgasmo delante de todo el local. Cuando se le pasó, se arrepintió de no haberse sentado mirando a la pared , para evitar ese problema. (Habrá que tenerlo en cuenta para futuras ocasiones). Nos reímos de la situación, y yo particularmente no daba crédito a lo ocurrido; ya me encanta la capacidad que tiene (o tengo) para que tenga un orgasmo sólo con el tacto de mis dedos en sus pezones, ahora ya es capaz de tener un orgasmo mirándome a los ojos, algo con lo que habíamos estado bromeando hacía unos días por teléfono.

Evidentemente es algo que tengo que explotar, por lo que le dije que me encantaba este nuevo descubrimiento, aunque iba a ser peligroso para ella, porque ahora tenía ganas de volver a repetirlo… se reía mientras me escuchaba, pero cuando vio que la volvía a mirar de la misma manera y que le decía en voz baja mientras sonreía: “no sé de qué te ríes… porque dado que soy tu amito, quiero que lo hagas de nuevo”… se volvió a poner seria, se volvió a tensar y volvió a tener un nuevo orgasmo. Podría estar así todo el día; sencillamente espectacular.

Pagamos y fuimos al parking, directos a su coche. Me metió en el asiento trasero y en menos que canta un gallo su boca estaba devorando la mía y sus manos me habían despojado de los pantalones y los bóxer, haciendo evidente, tanto sus ganas por todo lo que había pasado hacía un momento como mí erección (uno no es de piedra, claro). No tardó es dirigir su boca hacia la erección y con tanto énfasis que tardó muy poco en conseguir su objetivo; creo que igual hasta se me debieron de poner los ojos en blanco con tanta avidez… Tan sólo fui capaz de decir “¡qué cabrona que eres! “ a lo que ella respondió con una risa provocadora.

Mis manos buscaron su sexo por encima de los panties… empapados, liberé sus pechos de la presión del sujetador y mientras mi mano apretaba su sexo mis labios acariciaron sus pezones suavemente. No tardé en escuchar sus jadeos cada vez más rápidos y su aviso de lo que venía: “me corro, me corro, me corro…” Nos besamos mientras nuestros cuerpos volvían a sus pulsaciones normales, con la ropa desarreglada, en el estrecho espacio de la parte trasera de su coche (una lástima que el mío no hubiera estado más cerca, porque seguramente la cosa no se habría quedado ahí, por una cuestión de amplitud). Mientras estábamos en esos menesteres justo el coche de al lado encendió sus luces y llegó una familia de cuatro miembros, que tardó una eternidad en subirse y otra eternidad en marcharse… con nosotros quietos en nuestra clandestinidad, viendo cómo el navegador del coche de al lado se resistía a entender al conductor que le hablaba.

Al fin se marcharon y decidimos recomponer nuestro atuendo para volver cada uno a sus quehaceres. Estefanía me acercó a mi coche… solitario, con el morro pegado a una pared… Ahora cada vez que voy a un parking me río yo sólo pensando en cómo tengo que aparcar por si acaso pasa algo “diferente”.

– Nos vemos la semana que viene.

– En efecto, la semana que viene tenemos una noche entera para disfrutarnos.

– Pero seguro que hablamos antes.

– Seguro.»

Del libro «El jardín de los amantes infieles»  Disponible en Amazon

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