Un marido que se ausenta a menudo y cuando está se encuentra demasiado cansado para hacer nada, unos hijos que se han independizado ya, y muchas horas a solas en casa… A mis 52 años necesitaba emoción, alguien con quién conectar, sentir otra vez lo que es la pasión.

Así que busqué webs de citas por internet, y me encontré con Gleeden, para gente casada. Chateé con varios hombres, algunos más aburridos, algunos más interesantes, pero sin mucho interés, hasta que me encontré con uno con quien enseguida hubo química. No creía que fuera posible sentir esa empatía, esa proximidad con alguien que solo conoces a través del ordenador, pero con él fue como un flechazo virtual.

Estuvimos hablando durante días, primero por chat, luego por teléfono y al final quedamos. Cuando llegué a la cafetería donde habíamos quedado, estaba temblando como un flan por los nervios. Llegaba con 10 minutos de adelanto, pero ¡sorpresa! Él ya estaba allí. Me miró, le miré, y todo lo que había sentido hablando con él a través de internet se multiplicó por mil. Hablamos y hablamos durante más de 3 horas. No podíamos dejar de mirarnos, las manos entrelazadas sobre la mesa. Yo, que estaba buscando emoción y conexión, me sentía abrumada por esas sensaciones tan fuertes que estaba sintiendo frente a él. Nos despedimos con un cálido beso, y quedamos para cenar la semana siguiente.

Esperé nuestra segunda cita con mariposas en el estómago, impaciente. Habíamos elegido un día en que mi marido estaba de viaje, por lo que teníamos toda la noche para nosotros. Fui a la peluquería, me puse un vestido nuevo y tacones, mi mejor perfume, y lencería bonita. ¡Estaba tan emocionada! La cena fue todo un éxito: en el restaurante de un hotel, con velas, música de fondo, todo muy elegante. Pasamos la noche juntos, y con él redescubrí el placer de hacer el amor. Sus caricias, su dulzura, sus labios, despertaron mis sentidos y me hicieron sentir la pasión que había olvidado hacía años.

Desde esa noche, nos vemos regularmente, una o dos veces al mes, ya sea en un hotel, un restaurante, o simplemente para pasear o para tomar un café. Disfrutamos del sexo y del cariño juntos, pero también hablamos mucho, tenemos una relación próxima. Eso sí, siempre desde el respeto de la vida del otro, sin compromiso. Él se ha convertido en una parte imprescindible de mi vida, me hace sentir más completa como mujer.

Cris, 53 años