Regando las macetas

Íbamos en tu coche hacia el apartamento de tu hermano… teníamos que regar las macetas en este caluroso verano. Al llegar, hacía tanto calor por estar cerrado varios días, que lo primero que hicimos fue quitarnos nuestras camisetas entre risas. Mientras llenábamos las regaderas, empezamos a mojarnos… jugando y nuestras risas se convirtieron en jadeos cuando nos acariciamos y besamos en el pasillo. Tú te fijaste en la cama grande de tu hermano y cogiéndome de la mano nos dirigimos hacia allí. Mis ojos se fijaron en una corbata que estaba puesta al descuido sobre la mesita de noche y eso me dio una idea…

Busqué otra corbata en el armario, terminé de desnudarte y empujándote sobre la cama, utilicé las dos corbatas para atarte al cabecero de la cama. Tú te reías sin saber lo que iba a hacerte pero estabas excitado y eso me gustaba.

Yo, me puse a los pies de la cama, aún con mi falda vaquera puesta y mi ropa interior negra que todavía no me había quitado. Empecé a acariciarme el pecho por encima del sujetador con una mano, mientras con la otra me acariciaba los muslos subiéndome a la vez la falda un poco con cada movimiento. Me quité la falda y el sujetador y me quedé solo con el tanga de encaje negro por el que se veía todo mi vello. Metí un dedo en mi boca y lo saqué húmedo para pasarlo por uno de mis pezones que se endureció de golpe, mientras la otra mano acariciaba por encima del tanga mi coño palpitante, ya estaba húmedo y, deslizando mis dedos por dentro, noté como resbalaban por mis labios que ya estaban lubricados.

En esos momentos… tú estabas jadeando y pidiéndome que te desatara las manos… querías tocarme, meter tu lengua en esa rajita jugosa y chupar mi clítoris que estabas viendo erecto. Me quité la braguita, mis dedos subiendo y bajando por mis labios, rozándome el clítoris, abriendo mi coño y exponiéndolo a tu vista… metiéndome dos dedos en mi vagina, y luego metiéndomelos en la boca para probar mis jugos, mi cabeza echada hacia atrás, jadeando, con la otra mano pellizco mis pezones… primero uno… luego el otro, mis pechos plenos.

Te miro y veo tu polla hinchada, erecta, palpitando y noto tu desesperación por no poder ni siquiera rozarme. Me gusta ponerte como loco y que no puedas hacerme nada, me excita excitarte y ponerte al límite. Eso hace que me corra, que tenga un orgasmo intenso, largo, mientras tú no puedes más y me pides casi a gritos que te suelte.

Mientras yo iba recuperando la respiración, tú me mirabas con ojos de deseo y gateando lentamente por la cama me dirigí hacia ti. Con las piernas abiertas, me subí encima de ti y seguí ascendiendo hasta ponerme a la altura de tu boca. Tu estabas hambriento y empezaste a mover la cabeza con la lengua fuera hasta que encontraste mi rajita, que aún estaba cerrada y con los espasmos del orgasmo anterior. Tu lengua insistía por mis labios y poco a poco volvió a humedecerse en una mezcla de jugos y saliva. Yo volvía a estar jadeando y movía las caderas sobre tu cara al ritmo que tú marcabas, mis manos masajeaban mis pechos y de nuevo estaba al borde de la explosión.

En ese momento te desaté los brazos y bajándolos, con un dedo comenzaste a masajearme el agujero del culo y introducirlo lentamente, así llegué de nuevo al orgasmo, pero tú no paraste de meterme el dedo… ahora eras tu quien quería jugar… y te iba a dejar… Me moviste lo justo para salir de debajo de mí y ponerme a cuatro patas, tu lengua me rozaba el ojete, me escupías en el agujero, introducías primero un dedo, luego dos y cuando menos lo esperaba, tu polla erguida y tiesa, me embistió por detrás clavándose en mi coño, entró lo justo para salir lubricada y la siguiente embestida fue más lenta pero directamente por el culo… Primero noté la punta mientras con una mano agarrabas fuertemente mis caderas, y la otra fue hacia mi clítoris y mis labios. Era yo la que se movía, la que gemía, movía la pelvis haciendo que tu mano se moviera más deprisa y tu polla entrara más adentro. La mano que tenias en mi cadera la llevaste a mi cabeza y cogiéndome del pelo me la echaste para atrás. En esos momentos tus jadeos se confundían con mis gritos y te avisé de que me iba a correr, lo notaste por los espasmos, por mis movimientos y tú derramaste tu leche dentro de mí, notaba tu semen que salía de mi culo, cuando tú te retiraste.

Después caímos agotados en la cama, con mi cabeza sobre tu hombro y tu mano recorriendo mi cuerpo suavemente…

Teníamos que terminar de regar… pero más tarde.

 

Las pasiones ocultas de Jade por Laura Soto

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