Tras colgar el teléfono aún me temblaban las rodillas, después de un año sin saber nada el uno del otro, me llamaba para decirme que estaba en Madrid, que quería verme, que si tenía algún inconveniente en que nos viéramos (¿yo inconveniente en vernos? ¿cuándo? ¿dónde? ¿cómo?, ¿vestidos o desnudos? ¡Y yo con estos pelos!), le dije que estaría encantada y quedamos para esa misma tarde en la cafetería que había junto a su hotel, íbamos a comer juntos (¿?).

Salí corriendo, no tenía tiempo y quería hacer un montón de cosas. Me fui a la tienda de una amiga y me compré una blusa con un escote de vértigo, después me depilé, me di un largo baño (necesitaba relajarme y no me servía una ducha rápida), cerré los ojos y me dediqué a imaginar la conversación que tendríamos, a recordar su mirada, intensa, con esos ojos negros que cuando miran fijamente te derriten, a recordar su sonrisa, esos gruesos labios y esa boca hecha para besar (bueno, y para más que besar, ummmm)… sin darme cuenta empecé a acariciarme, pero eran sus manos las que yo sentía (las que quería sentir) seguí tocándome dentro de la bañera, cubierta de agua con espuma, recordando conversaciones anteriores hasta que sin esperarlo exploté en un orgasmo intenso que me dejó con ganas de más… totalmente excitada (menuda forma de acudir a una cita que no sabía como acabaría). Terminado el baño me di crema, me arreglé las uñas y tras esperar a que se secaran, comencé a maquillarme, poco… muy poco… lo justo, me arreglé el pelo y me vestí. Ropa interior negra, la blusa del escote de vértigo, una falda de gasa que se movía al compás de mis andares y mis tacones finos y altos. Me miré en el espejo antes de salir para revisarme y… no estaba mal.

Cuando llegué, me esperaba sentado debajo de una sombrilla en la terraza de la cafetería con una copa de vino en la mano, la dejó sobre la mesa al verme, se levantó y sonriéndome se acercó a saludarme. Yo esperaba besos de amigos en las mejillas, pero se acercó suavemente a mi boca y me dio un beso en los labios que me dejó gratamente sorprendida.
Nos sentamos, comimos, charlamos, nos reíamos, su mano rozaba de vez en cuando la mía, tocaba mi mejilla, me pellizcaba cariñosamente la nariz… estaba siendo un autentico martirio, estar cerca suyo con esos roces que cada vez me parecían menos casuales.

De repente se pone serio y me pide que le acompañe al hotel, a su habitación, debió ver en mi cara la interrogación que ocupaba mi mente, porque me dijo: “Quiero estar contigo”. No hizo falta nada más, yo deseaba lo mismo, asentí con la cabeza, pagó, me cogió de la mano y nos dirigimos al hotel, entramos en el ascensor y tomando mi cara entre sus manos me besó. Su lengua entraba en mi boca recorriéndola toda, mi lengua le salía al encuentro.

Entramos en la habitación y nos desnudamos el uno al otro con prisas, cogió mis pechos y los apretó llevando su boca hasta ellos, mientras mi mano cogía su polla dura que palpitaba contra su estómago, me aparté de él y poniéndome de rodillas me la metí lentamente en la boca, llenándola de saliva, quería saborearla, chuparla, lamerla… su aroma, su sabor… mientras le miraba a los ojos y sus manos apretaban mi cabeza.

Me pidió que parara y me tumbó en la cama dirigiendo su boca directamente hacia mi sexo que estaba hinchado… palpitante… húmedo. Hizo que me corriera casi inmediatamente (algo que me extrañó porque normalmente tardaba un poco más) yo quería más, estaba tremendamente excitada y metiendo sus dedos en mi vagina, comenzó a follarme con una mano. Su lengua a la vez succionaba mi clítoris y con la otra mano me metía un dedo en el culo. Mis jadeos me estaban dejando seca la boca, ya no tenía saliva suficiente, notaba que me iba a correr pero no llegaba a explotar, porque él alargaba ese momento. Fue largo el orgasmo, notaba las contracciones en mi vagina, aprisionando sus dedos, mis caderas se elevaban como si tuvieran vida propia y mis jadeos pasaron a ser gritos, que él me pedía que controlara con una sonrisa en los labios.

Sin dejarme que recuperara la respiración, se incorporó y sacando un preservativo del cajón de la mesilla de noche, se lo puso y me penetró inmediatamente. Me puso las piernas encima de sus hombros y comenzó un mete-saca cada vez más rápido, tras un momento así me pidió que me diera la vuelta, me puse de rodillas y me incliné hacia delante mostrándole mi culo y, tras hacer un leve intento de sodomizarme y oír mi rechazo, continuó penetrándome desde atrás, a la vez que pasaba su mano hacia delante y frotaba mi clítoris. Yo volvía a estar al borde del orgasmo de nuevo, debió de notarlo porque me pidió que le avisara, quería que nos corriéramos juntos y así lo hice, me vino rápido, fuerte y nuestros jadeos nos confirmaron que nos habíamos corrido casi a la vez.

Caímos desplomados en la cama el uno abrazado al otro, yo estaba agotada, me acurruqué con mi cabeza sobre su hombro, me tapó con la sabana  hasta la cintura y me quedé adormilada. Estaba tremendamente a gusto y solo pensaba que cuando me despertara… repetiríamos, seguro.”

Fragmento de  “Las pasiones ocultas de Jade”  por Laura Soto. Disponible en Amazon

 

 

 

 

 

 

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