Grandes Almacenes

Habíamos quedado cerca de la calle Serrano, yo pensaba que el punto de reunión lo había buscado cerca de los trabajos de los dos, pero tenía en mente otra cosa, quería que fuéramos a unos grandes almacenes de esa calle, me dijo que iba a comprarse unos pantalones y quería saber mi opinión.

Llegamos a la planta de caballeros, cogió muchas prendas para probarse y me pidió que le acompañara, entramos en el probador y tras cerrar la puerta con cerrojo se lanzó a mi boca con un beso hambriento, húmedo, que me dejósin aliento, mientras me apretaba contra la pared con su cuerpo.

Hacía mucho que no nos veíamos y nos pillamos con ganas, mis manos fueron directamente a la cremallera de su pantalón y sacando su polla, caí de rodillas y la metí en mi boca con hambre… con sed… quería saciarme de su sabor, de su olor, que aún recordaba.

Él sentado en el taburete del probador, con las piernas abiertas, los pantalones en los tobillos y sus manos acariciando mi pelo. Y yo comiéndosela despacito, lentamente, mirándole a los ojos mientras él se mordía los labios para que sus gemidos no se escucharan. En un momento dado, fue mi mano la que movía su pene mientras yo me erguía lo suficiente para besarle y mirarle muy de cerca a los ojos. Me avisó de que se iba a correr y sentándome sobre mis rodillas de nuevo, volví a meterla en mi boca, y lo recibí tragándome hasta la última gota.

Tras recuperarse lentamente, me iba besando y acariciando, quería recompensarme, pero yo me levanté y con cara traviesa le dije:

—Ahora tienes que acompañarme tú a mí para que me des tu opinión de lo que me pruebe.

Tras arreglar nuestras ropas, salimos del probador todavía excitados pensando que iríamos a otra sección a continuar con nuestro juego y, acercándose a mi oído, me susurró:

—Estaba en tus manos literalmente y figuradamente, me gustó cuando estaba a punto y me mirabas a los ojos, uufffff.

—Estaba viendo como disfrutabas…

—Notaba que me controlabas totalmente, en ese momento era tu puto esclavo…

Sonriéndole traviesa, continué caminando hacia la sección de lencería…

Cuando llegué, elegí varios modelos de los expositores al azar, y sin volver la vista, sabía que él estaría cerca disimulando, me dirigí hacia el probador y oí unos pasos que entraban detrás de mí.

Entré en el probador, dejé la puerta abierta, porque había poca gente, y a la espera de que él llegara empecé a desnudarme. Me quité la blusa, y me desabroché la falda y mirándome en el espejo, le vi entrar y cerrar la puerta.

Quedamos los dos así, yo con el sujetador negro de encaje, la falda desabrochada y ligeramente caída, mirándome reflejada en el espejo y él a mi espalda, mirándome fijamente a través del reflejo, con ojos de deseo.

Me bajó la falda con movimientos lentos, eran casi una caricia, me apartó el pelo y comenzó a rozar mi cuello con sus labios, sus manos pasaban desde mi espalda hacia mi pecho por debajo de mis brazos y tras quitarme el sujetador, con dos dedos pellizcaba mis pezones, de mi garganta escapó un gemido, que inmediatamente tuve que sofocar, pero la imagen que me devolvía el espejo era realmente excitante.

Yo de pie mirando mi reflejo, él detrás de mí mirándome también, yo desnuda, él con sus brazos apretando mis pechos y una mano suya bajando hacia mis braguitas negras y apartándolas metiendo sus dedos directamente en mi sexo, no le costó trabajo meterlos… yo estaba muy lubricada, muy excitada y empapada.

Sus dedos entraban y salían cada vez más rápido y mi cabeza se apoyó en su hombro, mis manos acariciaban sus manos, una sobre mi pecho y la otra en mi coñito, acompasando sus movimientos. En un momento, sacó sus dedos de mi vagina y yo dejé escapar un quejido, pero mi boca se llenó de esos dedos empapados de mis jugos, yo los chupé, los lamí y volvió a bajarlos, esta vez para frotar mi clítoris.

El orgasmo me llegó sin avisar, la imagen que me devolvía el espejo era tan sensual que los espasmos me recorrían todo el cuerpo, y él al notar que me llegaba me sentó rápidamente y puso su cabeza en mi entrepierna y su lengua recogió toda mi corrida. Yo solo miraba la imagenque los espejos de todas las paredes reflejaban y con su lengua recorriendo mi rajita y chupando mi clítoris, alcancé un nuevo orgasmo agarrándome a su cabello y apretando su cabeza para que entrara lo más adentro posible.

Me ayudó a vestirme mientras los dos susurrábamos y nos reíamos de nuestro juego morboso y tras despedirnos con un beso ardiente, yo salí del probador y me dirigí hacia la salida sin mirar atrás, pero sabiendo que él no me quitaba los ojos de encima.

“Las pasiones ocultas de Jade” por Laura Soto

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