Es viernes noche, llegó el ansiado fin de semana, te preparas para una «soirée» solo para ti. Tranquila, relajada. Una copa de vino y una buena lectura, ¿qué tal suena? A partir de ahora, cada viernes vamos a haceros llegar una lectura corta y … «reconfortante», de las que nos gustan…  y que puedes reeler cuando quieras, aunque no sea viernes …

Si te gusta la idea y crees que tienes dotes, haznos llegar tus relatos y los publicaremos en el blog para que tod@s podamos «disfrutar» de tu imaginación y creatividad.

» En la estación

Había quedado con Daniel en vernos en la estación para tomarnos un café: “… llevo una camisa negra y te espero en Rodilla…”

Llegué y busqué hasta que vi a alguien de espaldas con una camisa negra, me puse delante de él, le miré, le sonreí, me miró serio y, a continuación, su cara se iluminó… fue cuando supo que era yo, lo vi en su cara. Se puso de pie despacio, sonriendo y… uffffffff, sus ojos y su sonrisa… me cautivaron en el acto. Nos mirábamos, hablábamos, sonreíamos mientras esperábamos que nos sirvieran y, ya en la mesa, durante un momento, solo podíamos mirarnos el uno al otro.

Era algo especial lo que yo sentía, porque era como si nos conociéramos de siempre, me sentía tan a gusto en su compañía que era como si no tuviéramos a nadie a nuestro alrededor, solo me daba rabia saber que teníamos poco tiempo para estar juntos… Bueno, eso y que sabía que no podíamos besarnos ni una sola vez… y pensaba en eso una y otra vez porque…

Sus ojos verdes y su mirada clavada en mi continuamente… su boca, sus labios, su sonrisa, su voz… en un momento determinado le dije que me estaba seduciendo, era verdad pero él se extrañó porque lo estaba haciendo de manera inconsciente.

Estábamos hablando de algo y de repente me cogió una mano entre las suyas, me rozaba con su pulgar, me miraba fijamente y me hablaba con su voz profunda y seductora… lo estaba haciendo de nuevo… me estaba conquistando.

Se nos había echado el tiempo encima y yo tenía que marcharme, cogí mi maleta, y bajamos las escaleras juntos, muy cerca el uno del otro, y en ese momento en el que miraba hacia arriba, hacia sus ojos, mi hombro tocando su pecho… era como si en un momento me fuera a rodear con sus brazos y me fuera a besar, ummm, pero no ocurrió… era tarde y estábamos rodeados de gente y… no era ni el momento ni el lugar.»

«Las pasiones ocultas de Jade» por Laura Soto

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